La pandemia ocasionada por el coronavirus ha traído consigo la expectativa de una milagrosa vacuna que la detenga.
La prolongada cuarentena por la que fueron optando, con diversos niveles de racionalidad, los gobiernos del mundo fue la opción inmediata ante la carencia de una respuesta en el llamado campo de la ciencia.
En realidad, una y otra opción tienen que ver, más que con la vida y la preservación de la especie humana, con la salvación de una economía basada en la explotación del ser humano para lograr que una élite, conformada especialmente por los amos del mundo y sus estructuras de poder militares, políticas e ideológicas, se perpetúan como forma de dominio.
Resulta cruel y hasta dramático decirlo, pero mucho más lo resulta el padecerlo cotidianamente en una a sociedad concebida para la desigualdad de clases y la perpetuación de la subordinación de las grandes mayorías a las élites de poder.
Si pudiésemos llegar a imaginar una vacuna que detenga los efectos biológicamente perversos del Covid-19 en los humanos, podríamos sentir una pequeña confianza en la ciencia pues ésta estaría al servicio de la vida y no de la dominación capitalista a través -en este caso- de las transnacionales farmacéuticas.
Las noticias que, a través de las grandes corporaciones que juegan al mismo dominio y hegemonía a través del control de la información, en los últimos días han contribuido a imponer la matriz de un «septiembre» esperanzador para «detener» la pandemia, levantar la cuarentena y, sobre todo, salvar la economía. Nos han dicho que «la vacuna está lista», que EEUU es el primer país en obtener resultados en su fabricación y que septiembre es un buen mes para que el hegemón nos mantenga aterrorizados con el recuerdo del Chile sangriento de 1973 -atacado por el Pentágono y la CIA- y unas décadas más, con el recuerdo de la voladura de las torres emblemáticas del Poder financiero en el corazón de Nueva York para reafirmar «quién manda» y, en fecha actual, la realización de elecciones gubernamentales en el país que simbólicamente abriga al poder imperial.
Todo tiene que ver con todo y ni el origen y extensión pandémica del Coronavirus ni su supuesto control con una vacuna, son excepción. Estamos ante una coyuntura que nos invita a mirarnos de nuevo en la responsabilidad que tenemos de hacer la Revolución. La «vacuna» para atacar la inmensa mayoría de los males, desigualdades, que aquejan y destruyen, en capitalismo, a la humanidad es la Revolución de los pueblos, de los oprimidos, de los explotados.
Ilustración: Iván Lira