Cuando los europeos llegaron a tierra Abyayala y la declararon su conquista, para llamarla posteriormente «América» o «el nuevo mundo», trajeron un calvario de coronas para dominar a nuestros pueblos originarios.
Provenientes de Estados gobernados por reyes, lo más evidente fue que se nos impusiera obedecer a la corona, fuera ella inglesa, francesa, portuguesa o española, como es el caso de Venezuela, entre otros países de Nuestramérica actual.
A la invasora corona imperial le acompañaban otras de soporte ideológico, religiosas, especialmente de la católica y apostólica romana, pero también las de todas las tendencias genéricamente conocidas como «protestantes» por su distanciamiento de las gobernadas desde el vaticano.
He querido referirme hoy al calvario de coronas impuestas desde la conquista y colonización europea sobre Abyayala, porque justo esta semana, calificada como Santa, se conmemora para los cristianos, junto a toda la humanidad, resguardados en cuarentena, padeciendo la pandemia del Covid19 o coronavirus.
Este, que es un recordatorio para el escarmiento, una memoria de pasión, torturas y muerte hacia la figura de un hombre que se rebeló -«en nombre de dios»- contra los dominios monárquicos de entonces, que plagaban de miseria, hambre y esclavitud al pueblo palestino, en nombre de la corona.
Es significativo -y así está escrito en distintos textos bíblicos- que a partir del juicio que se disputan Herodes y Pilatos, en contra de Jesús, el nacido en Nazareth, todas las afrentas en contra del reo se hacen pretendiendo ridiculizarlo con vestimentas reales y colocando sobre su cabeza una corona, pero esta vez de espinas, como parte de las torturas en contra del subversivo rebelde apodado, pública y comunicacionalmente, como «el Nazareno».
Bueno. Para no hacer demasiado larga esta historia de padeceres imperiales traídos por el conquistador, a estas alturas del pleno siglo XXI, cuando los pueblos oprimidos del mundo perfilan con mayor firmeza una realidad social multipolar y desde Venezuela lo hacemos a nuestra manera, con nuestras herramientas y fuerzas, dentro del proyecto socialista conocido como Revolución Bolivariana y Chavista, los mismos imperios –de coronas simbólicas o reales ceñxidas en sus cabezas- siembran, como arma de exterminio masivo, un virus que también lleva su corona, que diezma y mata por todo el planeta, identificado con el monárquico nombre de Coronavirus.
Definitivamente, hemos sido y somos víctimas de un largo calvario de coronas imperiales, físicas, simbólicas, ideológicas y también patológicas (como la actual del coronavirus) por las que se nos domina, se nos esclaviza o se nos mata.
Este tiempo de cuarentena mundial es una gran oportunidad para identificar al enemigo de clase que, no por casualidad, siempre lleva ceñida una corona. Son tiempos definitivos para destronar, es decir, para -con nuestras luchas y perseverancia proletaria- vencer.
Ilustración: Iván Lira