Jorge se levanta a la mañana temprano para ir hacer changas. A veces gana plata a veces no. De noche en su casa separa lo que ganó y, dejándose para los gastos del otro día, le da el resto a su mujer. En ese momento es que calcula cuánto vale su hora de trabajo, y se responde: Todas por dos pesos.
Todos los días Jorge desayuna de madrugada. No prende la luz para no despertar a su familia que duermen en una sola cama matrimonial. Son tres hijos y su esposa. Él es oficial albañil pero no hay mucho trabajo y se tiene que conformar con changas para peón, cuando consigue algún trabajo. Cuando no hay en las obras consigue mercadería y se sube a los ómnibus para vender.
Empieza el recorrido con el constructor que a veces lo llama. Pero no siempre tiene trabajo. A veces el constructor tiene una obra grande y lo contrata por varios meses. En esos días la casa se viste de fiesta, comen pan, un bollo cada uno, y hasta comen bien. Les compra leche a los chicos y no los manda al comedor a que coman al mediodía y a la noche. Es más, si es una obra grande, hasta puede ayudar al comedor que tanto lo ayuda.
De ahí, si no ha tenido suerte, hace un recorrido por todas las obras de la ciudad. Algunas veces consigue de peón, y trabaja hasta horas extras para hacer un peso más. Otras veces no consigue nada. Con la esperanza en las rodillas y el estomago aullando, se va a los mayoristas y busca las ofertas para vender en los ómnibus. Cuando consigue algunas buenas ofertas le avisa a su mujer, porque seguramente va a volver muy tarde.
Cuando termina el día, llega a su casa y separa la plata, se deja un poquito para salir a trabajar al otro día y le da el resto a su mujer. Chupa la bombilla del mate pensativo y hace un cálculo de lo que ganó dividido por las horas que trabajo. La puta que lo pario, piensa, y parafraseando el viejo programa cómico de Capussotto y la frase del menemismo dice: Todas por dos pesos.
DesdeLaPlaza.com