Somos partícipes de problemas ajenos a nuestra vida, prestamos el oído y envenenamos el paladar para saborear el juicio. ¿Acaso no tienes tus batallas?
Toc, toc, abran la puerta. ¡Tengo la sentencia!
Las quejas de la intromisión son voces perturbadoras en donde buscas defensa de la acusación emitida, ¡Pero tío! –inserte la voz del rey español enojado– recuerda aquél momento en donde nadie te llamó y tú decidiste opinar.
Así es la vida en general. Nadie se salva, nadie se escapa. Tanto tú; como yo hemos dado un golpe con el mazo a las acciones de otros sin recordar que no queremos jueces en nuestras guerras.
En el ADN de cada uno hay una posible “sed de justicia”, pero ¿trabajamos por ser justos?
Antes de emitir juicio, piensa lo que vas a decir.
Antes de emitir juicio, piensa si está en tu deber hacerlo.
Antes de emitir juicio, pregúntate en qué te beneficia.
Antes de emitir juicio, busca el rostro, no la espalda.
Antes de emitir juicio, concientiza que en el futuro tendrás un juez que no llamaste.
Antes de emitir juicio, mejor no lo emitas.
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