La derecha más recalcitrante de la cúpula de la Iglesia Católica venezolana fue a Colombia, a propósito de la visita del papa Francisco a ese país hermano, y peor no le pudo ir. Salió con el rabo entre la sotana. De forma clara, como acostumbra, el Sumo Pontífice puso en su sitio a aquellos prelados que hacen de su misión espiritual un arma para la violencia. Obviamente, del sermón no se salvaron los agitadores que en nuestra tierra bendijeron las guarimbas y sus ejecutores.
Pancho advirtió que no deben comportarse como políticos y que, por el contrario, deben apostar a la reconciliación usando la comunión, el diálogo franco y condenando las agendas encubiertas.
De acuerdo a las agencias internacionales, el tono del argentino fue igual de frío y serio como cuando “se trata de hablar sobre los males internos de la Iglesia Católica”. No podía ser de otra manera: él sabe a quiénes se está enfrentando.
En honor a la verdad, no abrigamos esperanza alguna. Creemos estar consciente de que el mensaje papal, no caló en el ánimo de quienes en Venezuela fueron capaces de enaltecer la violencia como medio legítimo para intentar derrocar a Nicolás Maduro, avalar la ilegalidad de la AN en desacato, mentir a la feligresía, usar los templos como tarima proselitista, desvirtuar la Semana Santa y, entre otras cosas, respaldar la desestabilización contra la democracia.
El regaño, no obstante, sí debe servir para quienes apostamos y seguiremos apostando por el reino de la paz y el diálogo sobre la sinceridad y sin condiciones. La regla máxima, debe ser el respeto a la vida. Partir de allí es necesario, aunque algunos parezcan no entenderlo.