Con el ritmo que amerita (sin achantes pero sin precipitaciones, o viceversa), el país enrumba su caminar hacia un modelo superior de existencia. Lo hace a paso firme y sostenido. Ocurre en lo económico y en lo político, áreas fundamentales en nuestra esencia como nación. Me atrevo a decir, que se trata del arranque de la reconstrucción a partir de los escombros dejados por la guerra emprendida por la contrarrevolución en diferentes campos.
En lo económico, esta será una semana de noticias. Así lo anunció el presidente Nicolás Maduro, cuando el siete de este mes fue el orador de orden en la Asamblea Nacional Constituyente. Mencionó que entre los primeros productos en ser abordados por el Plan 50 están la mayonesa, margarina, mortadela, trigo de panadería, jamón de cerdo, jabón de panela, aceite, leche líquida y en polvo, entre otros. Los sectores público y privado han trabajado de forma combinada, en pro de garantizar el acceso a esos y otros rubros. Como es de suponer, la expectativa colectiva en torno al asunto es –lógicamente- muy grande. Más aún, cuando el Poder Popular participará directamente en la fiscalización del cumplimiento de las decisiones a ser tomadas. En lo personal, soy optimista.
Donde no lo soy mucho, es en lo político. El deprimente espectáculo que la derecha dio hace días durante las rondas de diálogo con el Gobierno nacional en República Dominicana, me dispara las alarmas. Aunque todo el mundo sabía que unos y otros estaban en esa nación hermana por invitación del presidente Danilo Medina, los devaluados y desacreditados voceros de la MUD lo negaban. Tuvieron la desfachatez de desmentir su presencia en la isla, a pesar del júbilo mostrado por la delegación gubernamental ante los avances del acercamiento entre las partes. Ni hablar del comunicado emitido, donde insisten que Nicolás Maduro debe ser desalojado de Miraflores. A diferencia del pasado, esta vez se cuidan en la forma y señalan que debe aplicarse una forma “constitucional” para la eyección del Jefe de Estado del cargo que ocupa.
Quienes creen en Dios, deben abrazar con fuerza el rosario. Quienes no, sus instrumentos de lucha, pero ambos deben alistarse para impedir que los fracasados de las guarimbas pretendan aniquilar los sueños enarbolados en aras de reiniciar el país nuevo que el siglo pasado planteó Hugo Chávez.
¡Chávez vive…la lucha sigue!