Una estirada hilera de mujeres y hombres abordó mi visión el viernes primero de diciembre cuando a eso de las 7:30 de la mañana, desemboqué por la estación Capitolio del Metro de Caracas. En principio imaginé que se trataba de quienes, como cada amanecer, se ordenan unos tras otros para ingresar al Banco de Venezuela ubicado a una cuadra de distancia. Aunque dicho pálpito se me antojaba medio traído por los cabellos, no lo descarté del todo tomando en cuenta que por estos días de fin de año las cuentas están buchonas dado el pago de aguinaldos, utilidades y ahora –por culpa ’e Maduro- del bono navideño que llegó a cuatro millones de familias que gracias a esa y otras medidas pueden alistarse en la defensa de sus ingresos ante la despiadada guerra económica con la que el imperialismo planifica pulverizarnos como nación. Pocos pasos más allá, la sospecha se volvió polvo.
Una muy llana respuesta, mató mi incertidumbre: “Es pal calné”, me informó en pocas pero esclarecedoras palabras uno de los jóvenes abordado a quienes abordé y quien me hizo entrar en razón: ¡Se iniciaba ese día la nueva jornada para obtener en algunos casos y reponer en otros, el Carnet de la Patria!, proceso anunciado días previos por el presidente Nicolás Maduro.
Aquel callejón humano que arrancaba en la esquina La Bolsa, empalmaba con la esquina Padre Sierra y doblaba hacia la esquina Las Monjas se conectaba con la Plaza Bolívar, centro de operaciones “del carné”, ¡donde confluía colas similares estiradas desde otras esquinas caraqueñas! Si ello me impactó grandemente durante minutos y horas (porque no dejé de comentarlo buena parte del día), más me conmocionó la marejada humana que en horas de la noche se había multiplicado alrededor de nuestra plaza mayor en busca del documento. Igual ocurrió el sábado y ni hablar del domingo.
Confieso que la experiencia fue otro de los tantos huracanes de emociones, que el pueblo venezolano me obsequia a diario. Cientos y miles de seres ratificaban al mundo, su decisión de apegarse a los instrumentos organizativos impulsados por Maduro en materia de políticas sociales en lugar de aceptar los coqueteos mortales de la violencia que la derecha ofrece teñidas de sangre y luto.
Mi felicidad fue máxima: no lo niego. Supe de casos de compatriotas antichavistas que no desperdiciaron la ocasión para formarse en la cola, conocedores de la utilidad del instrumento. Los resultados obtenidos en materia de medicina, trabajo y otras áreas producto de la organización de la información a través del carnet, los convencieron de la seriedad del sistema y como venezolanos y venezolanas que son, decidieron retratarse. Sencillamente, tienen confianza.
Quién sabe dónde se meterán la lengua, quienes siempre menospreciaron al Jefe de Estado vista su condición de obrero. Como dijo el Comandante Hugo Chávez, recordado por el camarada y hermano Rafael Rosales Benítez, les ha metido medio guirinei cada vez que lo han desafiado tanto en el terreno político como en el combate militar, obligándolos a masticar tierra pareja cada vez que ha sido necesario salir en defensa de la Patria. En los momentos cruciales, se ha crecido como estadista catapultándose en el corazón de quienes le hemos sido y seremos fieles y –sin duda alguna-, ganando poco a poco el respeto de quienes por alguna confusión nuca vieron en él la altura necesaria para estar en el lugar al que lo llevamos. Cómo será la cosa, que ahora muchos de estos últimos desde este pasado fin de semana tienen en su cartera el ahora impelable “calné”.
¡Chávez vive…la lucha sigue!