Él se fue de noche a mirarle los ojos a sus traidores. Era 11 de abril y el centro de las calles de Caracas se bañaba, selectivamente, de sangre inocente de los masacrados por francotiradores (cuidadosamente financiados por el Pentágono) que apuntaban con precisión hacia donde también lo hacían las cámaras de Globovision, Venevisión, RCTV y cadenas internacionales como CNN, BBC y O Globo.
Antes de los caídos por los proyectiles de alto calibre que esperaban ser percutidos desde las recámaras de los fusiles con miras telescópica que empuñaban los mercenarios contratados para la ocasión, las videocámaras y las de fotos fijas llevaban largas horas de disparos en una ruta terrorífica que arrancaba desde Chuao -al Este de la capital- y se dirigía al palacio presidencial de Miraflores para derrocar al “dictador”, construido en fake news hasta aniquilarlo.
Gritos, rostros y gestos de odio y rabia marchaban en forma de “cabezas humanas” sobre cuerpos robotizados por efectos de las “noticias”, de la propaganda, de la manipulación mediática que había sido cuidadosamente planificada en los laboratorios del Departamento de Estado, la CIA y el Pentágono. Su efecto perverso era evidente e inocultable entre una pequeña burguesía “engolosinada” (para decirlo con lenguaje de Ignacio Ramonet: La Golosina Visual) de televisión y otras agresiones propias de la guerra mediática, de IV generación, que apostaba, casi con fe religiosa, a que ¡ahora sí! Saldrían de Chávez.
Luis Britto García -intelectual orgánico de clase, venezolano con formación académica en Derecho, Literatura y Comunicación Social-, autor del libro Venezuela: investigación de unos medios por encima de toda sospecha, indica que el “apagón comunicacional -la asombrosa desaparición de todo un país de su propio espacio mediático- comienza con el desencadenamiento del operativo del golpe de Estado”. Narra el investigador en comunicación que “el 12 de abril los medios presentan en pantalla aparatosas detenciones de funcionarios considerados como adeptos al proceso,conducidos a empellones hacia los vehículos que los llevan a la cárcel” y, como se pudo comprobar al momento de aquello, el aludido “apagón” -indica Britto- “culmina a medida que la marejada popular del 12 de abril demuestra que la dictadura está aislada”.
El silencio informativo impuesto desde el poder proimperialista que encabezaba Carmona, era reiterado por el ruido de series como Nell, Mujer bonita o El milagro de Lorenzo y “dibujos animados con Pluto, el juego de pelota entre los Cardenales de San Luis y los Astros de Houston. (Y) En lugar de cortes comerciales, las plantas intercalan una retransmisión de CNN (con voz del dictador Carmona, afirmando que) ‘Aún cuando ha habido algunos focos, el control que tiene el estamento castrense de la situación es ya total’”.
El periódico ultraderechista El Nacional, comprometido con el golpe de Estado de 2002, reconoce -dos años después- que “los medios de comunicación no transmitieron nada con relación a los disturbios callejeros ni declaraciones de voceros del gobierno de Hugo Chávez, en su lugar fueron colocadas caricaturas”. Y, por su parte, el periodista, investigador y docente (de tendencia favorable al golpe de Estado contra el Comandante Chávez, en abril de 2002), Andrés Cañizales, afirma que “el silencio informativo de abril pasado es un estigma que pesa aún sobre el desempeño periodístico venezolano”.
Hoy, 16 años después de aquellas agresiones, de aquel silencio mediático y de los aparentes mea-culpa de la derecha contrarevolucionaria y golpista, el cuadro con Venezuela en la mira destructiva del imperio yanqui (ahora presidido por un fabricante y vendedor de armas como Donald Trump), los ataques arrecian y el papel de los medios en sus manos, sigue siendo el mismo con idénticos fines.
La implantación de “dos imágenes en la mentalidad de las audiencias” -tal como lo señala el investigador y comunicólogo español Pascual Serrano (Medios violentos. Palabras e imágenes para el odio y la guerra)- persigue “sentar las bases de aceptación de una intervención extranjera y sembrar el odio y el temor entre los países vecinos, ante la política gubernamental venezolana, elemento que también genera apoyo a una intervención en nombre de la paz regional”.
El nuevo escenario es de bloqueo y guerra económica contra el pueblo de Venezuela. Otra vez, los medios imponen su cerco de mentiras y tergiversaciones para obtener su mismo y desesperado fin de destruir la soberanía de los pueblos amantes de la libertad, la democracia verdadera participativa y protagónica y este camino duro y tortuoso hacia la construcción del socialismo y la salvación del planeta. En fin, es el camino. Y a los enemigos de los pueblos les recordamos que, con el ejemplo venezolano de 2002 y de siempre, ¡A cada 11 le sigue su 13!
Ilustración: Iván Lira