En una economía como la venezolana, que actualmente está siendo atacada y asediada desde el exterior con propósitos obviamente políticos, se ha generado no solo la decadencia de la calidad de vida de los venezolanos si no que ha provocado que en el país se haya incrementado un éxodo de los connacionales a otros países nunca antes registrado en la historia de la República.
Años atrás mi opinión sobra la migración de los venezolanos a otros países era un poco más cerrada ya que, anteriormente y así como aún creo, no es la solución para mejorar el país.
Pero en comparación a años atrás hasta ahorita, no se vislumbra cambio alguno a las problemáticas elementales y esenciales que aunque están ligados a esos factores externos que nos quieren joder la paciencia, son soluciones que no están imposibilitadas ni ajenas para solucionarse por parte del gobierno nacional. ¿Por qué no lo hacen? Se preguntan los afectos y no afectos.
En un país donde la especulación por parte de “comerciantes” inescrupulosos, que se aprovechan de la crisis, es el pan nuestro de cada día y donde a pesar de justificarse con el incremento del bendito H…de P… ‘Dólar Today’, cuando este baja su valor, ellos prefieren seguir aumentando, con cualquier argumento burdo, hacen que un trabajador que gana un sueldo mínimo mensual (Bs. 245.000) no le garantiza ni tan siquiera comprar un kilo de queso (Bs. 360.000), y con el beneficio del Cesta Tickets, ni siquiera obtener un pollo entero (Bs. 700.000), y si decides lavar la ropa, no podrás comer, y si decides “comerte algo”, debes estar claro que lo harás pero con la ropa sucia. Basta con ver muchas viandas (loncheras) de muchos trabajadores a la hora de almorzar. ¿Deprimente no?
Donde está prohibido enfermarse porque te resultará más caro un antibiótico o medicina en caso de encontrarlo, y si es que no gastas más dinero en pasaje sin tener suerte de conseguirlo. ¿Deprimente?… ¡Sí! Preguntan los afectos y no afectos ¿Quién controla la especulación? ¿Quién controla los precios?
En un país donde un trabajador es obligado a pagar literalmente para ir a trabajar, debido a que los transportistas “hacen y deshacen” con el precio del pasaje, entre 4 mil y 5 mil bolívares, como si esta crisis solo los perjudicara a ellos.
En un país donde el trabajador mucho menos puede, con el sudor de su esfuerzo, comprarse ni siquiera un par de zapatos (Bs. 4.000.000) optando solo por mandar a “remendar” una y otra vez los que hace años dejaron de lucir “bonitos” ¿Deprimente no?
En un país donde ni siquiera los venezolanos pueden usar su propio dinero en efectivo porque mafias externas se permiten ‘el tupé’ de usarlo más que los propios nacionales, pero peor aún a vista y complacencia de las autoridades venezolanas. ¿Por qué no evitan esto? ¿Quién controla nuestras fronteras? ¿Será que no hay solución al problema? ¿A quién beneficia esto? Se preguntan los afectos y no afectos.
Por estas, entre muchas otras, muchos profesionales y no profesionales han renunciados a sus empleos, esos puestos de trabajo que en algún momento de su vida creyeron que era “el trabajo de sus sueños” y que por la ‘indiferencia e ineficiencia’ dejó de serlo, para convertirse en la “pesadilla de ir a trabajar”.
Por esto muchos venezolanos, mayormente jóvenes “arrechos” de esta situación, que se vislumbra menos cerca de solucionarse, son los que a diarios se van del país dejando familias enteras, padres, hijos (as), esposos (as), novios (as), buscando mejorar la calidad de vida, mayores oportunidades de emprendimiento y donde su esfuerzo laboral valga la pena y no por el contrario sea una perdedera de tiempo.
¡Por eso se van!