No sólo guerrero, sino también desafiante tocador y bailador de tambor mina, culo’puya o burro negro, entre otros de los utilizados en sus festividades. Osun, le llaman los hermanos yorubas, y lo anoto como un elemento de importancia para entender las batallas decolonizadoras y contrahegemónicas, desde la conquista y hasta nuestros días.
El mes de junio lleva marcado el día 24 para la celebración del San Juan Bautista que, desde Europa, nos trajo el conquistador. Espada y cruz, represión y consenso para cambiar radicalmente las culturas existentes en Abyayala, antes de que todos estos territorios comenzaran a llamarse América.
Los cierto es que «el Bautista», como también se identifica al San Juan -que sumergía en ríos y pozos profundos a quienes optaban por bautizarse en aguas de purificación mientras esperaban la llegada del «mesías», para entonces recibir el bautizo del espíritu, o Pentecostés como le llaman los cristianos- llega a nuestras tierras con el dedo índice de su mano derecha alzado y con perfil de catire (rubio) para ser venerado junto a toda una corte de santos ideologizadores tendidos en el altar de representación de los dominadores.
San Juan se junta temprano a la «rochela» o cumbe de los negros esclavizados que alcanzaban a huir del sometimiento de «sus amos» y que reunía por igual a otros rebeldes, amantes de la libertad, provenientes de pueblos indígenas, pardos y hasta blancos pobres que hacían causa común en contra del conquistador-colonizador.
He dicho «rochela» adrede, en este contexto en el que el concepto es sinónimo de cumbe, lugar de la libertad (o en tránsito hacia ella) donde se comienza a gestar y «nace» un nuevo San Juan, más alegre, festivo, parrandero y rochelero que -pese a su piel blanca- se convierte en «santo de negros» cimarrones.
Detenernos en el fenómeno social que transforma a San Juan, de instrumento para la hegemonía en manos del colonizador a un nuevo símbolo de lucha, libertad y redención en manos de los colonizados, significa reflexionar acerca de muchos aspectos que convergen en una fecha que, además, tiene en su recuerdo la victoria independentista de la Batalla de Carabobo, hará justo 200 años en el venidero 2021.
San Juan se hizo guerrero y rochelero en un cumbe de por aquí, como éste donde lo recordamos en cuarentena como símbolo de organización social, de lucha, de culto y de cultura. Para quienes apostamos nuestra fe en los poderes creadores del pueblo, San Juan es también una oportunidad para redimensionar la totalidad de nuestro compromiso, desde el cumbe de la Revolución Bolivariana.
Ilustración: Iván Lira