Las palabras son seres vivos. Ellas nos definen. Expresan la manera como las culturas producen sus bienes y también la expresión hegemónica que deriva de las relaciones de producción, en cada sociedad. El capitalismo, por ejemplo, genera, de sus relaciones de explotación al pueblo que vende su fuerza de trabajo a las minorías dueñas de los medios de producción, el concepto comunismo y también socialismo.
Muchos teóricos han manoseado los últimos dos conceptos referidos, pero es Marx -también Engels y muchos líderes por el mundo, seguidores de ambos- quien coloca especial acento contrahegemónico en la utopía del comunismo, concepto que expresa, dibuja o diseña estratégicamente, la sociedad en construcción por el proletariado, como clase, para superar a la vigente que padecemos con el nombre de capitalismo.
El comunismo es la sociedad de las y los iguales produciendo según sus capacidades y consumiendo según sus necesidades. Esa sociedad no existe hasta el presente, pero debe surgir dialécticamente del trabajo en confrontación con el capital, tal como lo estudiaron con contundente responsabilidad de clase, Carlos Marx y Federico Engels.
El siglo XIX no reconocía sino al hombre para designar al ser humano. Mujeres y hombres entraban apretujados por la imposición dominante del patriarcado en el concepto hombre. De allí que hasta el presente el marxismo siga repitiendo “la explotación del hombre por el hombre”, sin ningún otro desglose explicativo con lenguaje de género. De la misma manera, con el devenir de la Crítica de la economía política emprendida por Marx y contenida en una prolija bibliografía, en la que es importante destacar (no reducir ni discriminar) los Grundrisses, La Comuna de Paris y El Capital, entre otros, nace el concepto de comunismo para centrar un nuevo tipo de relaciones posibles entre los individuos.
El acontecer histórico de las relaciones sociales problematizadas por Marx y Engels, daría lugar al nacimiento de los partidos comunistas, siendo el de mayor impacto hasta el presente el del que nace de la revolución victoriosa en Rusia, en 1917, con los bolcheviques a la cabeza. A la contrahegemonía liderada con visión comunista, por contraposición a la individualista, a la del egoísmo y la acumulación de capital en pocas manos, se le impone una muralla de contención ideológica de la sociedad dominante. Hasta ahora esa “muralla” se ha levantado y expresado de diferentes formas. Entre otras, con la de la satanización de “comunismo” como “cosa mala”, “dañina”, “perversa” y “destructora de la libertad individual por imposición de lo colectivo”, de lo igual como igualitarista.
Desde la perspectiva de clase del proletariado, como revolucionaria en sí, el comunismo es la superación de toda la división en clases que va en detrimento de la vida. El comunismo es la posible sociedad de las y los iguales, es la “meta” de la sociedad sin clases. Comunismo y socialismo, son dos conceptos que en algunos ámbitos de la militancia proletaria son asimilados como sinónimos. En estricto sentido marxista, más bien el socialismo es el período de transición, caracterizado como “dictadura del proletariado”, que precede al comunismo como sociedad sin clases y comienzo auténtico de la historia (final de la prehistoria).
El socialismo, entonces, y mucho más el comunismo, encierra en su concepto una preocupación por “salvar al planeta”, la inquietud ecológica que se alzó como expresión de las luchas de la última mitad del siglo pasado en Europa, mientras en Nuestramérica nos batíamos en contra de las dictaduras, los gobiernos hambreadores y contra todos los artificios del llamado “patio trasero” de la geografía imperialista yanqui . En aquellos tiempos, las preocupaciones de socialistas y comunistas tomaban al ecologismo europeo como la ocupación de una “izquierda divina” que ya había superado en sus países las dificultades económicas más apremiantes que seguían oprimiendo a los pueblos nuestramericanos.
Sin embargo, la verdad verdadera de reclamos contra el capitalismo acentuador de diferencias de clases entre minorías explotadoras e inmensas mayorías explotadas, por esencia incluyen en sus luchas las de orden ecológico. Hoy se entiende, en Venezuela, en Nuestramérica y por el mundo, que luchar por salvar al planeta es un “Plan de Patria”, tal como se observa en el 5º objetivo de nuestro documento chavista, convertido ahora en ley por iniciativa del Presidente Nicolás Maduro.
Por eso, en este Diálogo que, semanalmente, hacemos en la acera, caracterizar al ecosocialismo como una redundancia, no es rebuscamiento, sino una puntualización para entender que la sociedad comunista, de las y los iguales, o se preocupa por el planeta y todas las relaciones con la naturaleza en su conjunto o nunca alcanzará romper las cadenas con las que nos mantiene atados y dominados el capitalista.
Ilustración: Xulio Formoso