Mi madre solía darnos un reconstituyente en los días cercanos a los exámenes de fin de año escolar, porque tenía la convicción de que estaba haciendo algo muy útil para la memoria, al momento de recordar las respuestas para las preguntas que nos formulaba el jurado examinador. Más de medio siglo después, sigo teniendo la convicción de que lo mejor para la memoria es un reconstituyente.
La Revolución Bolivariana y Chavista, con una memoria nada corta y un ejercicio de gobierno que todavía no redondea las dos décadas, anda ahorita de reconstituyente. Sólo que en este caso la palabra la utilizamos con una acepción diferente a la de la farmacopea casera y la tomamos como repetición de la Constituyente: “Reconstituyente”. Por segunda vez, en menos de 20 años, el pueblo venezolano, auténtico protagonista de su destino, asume encabezar un nuevo proceso constituyente, es decir, una reconstituyente, ya no para darnos una nueva Constitución ni fundar una nueva República, sino para fortalecer nuestro Estado, sus instituciones, sus poderes, el Moral con su amplio y comprometedor significado y sus leyes, que están llamados a marchar al ritmo de las transformaciones radicales que habrán de conducirnos hacia la independencia definitiva y la Patria socialista.
Bolívar, el árbol de las tres raíces, ampliado hacia los ancestros, y extendido hacia adelante. Chávez con igual amplitud y proyección, Maisanta, Che, Acosta Carles, Danilo o Robert Serra. Una pléyade de pueblo con nombres propios y estatus de constituyentistas generando una Patria nueva y socialista, inspirando a los postulados y postulables de hoy, a esta Asamblea Nacional Constituyente que, en 2017 asume la responsabilidad histórica de reivindicar en todas sus dimensiones los nombres de Bolívar, de Chávez, de las y los patriotas que siguen estando bajo el asedio imperial, español, yanqui, santanderista, para afirmar nuestra soberanía, asegurar nuestra independencia plena y la Patria bolivariana, chavista, igualitaria, socialista.
Ilustración: Xulio Formoso