Muy poca gente escucha radio en la actualidad. Pero podemos decir más: muy poca gente escucha radio en la actualidad y logra mantenerse impune. La radio deja cicatrices hasta en las culturas más fuertes, en las conciencias más sólidas. Es, probablemente, el medio de mayor fortaleza en el campo hegemónico, por encima de los visuales como el cine y la televisión, pero también por encima del internet de los soportes 2.0 y todas las redes sociales conocidas hasta el presente.
Donde haya un radiotransmisor siempre habrá una voz y un mensaje programado para culturizar a una audiencia, pasiva o activa. El más revolucionario de los medios de comunicación, que abrió su señal en Venezuela en 1926 con la identificación AYRE, lo demostró inmediatamente en el pueblo venezolano que, prácticamente, comenzó a socializar con ese poderoso medio de manera simultánea la relación político-económica y cultural con la explotación petrolera, a inicios del siglo XX.
Con esas premisas, les propongo dialogar acerca de la radio hoy, a partir de nuestras cotidianidades. Por supuesto que mi interés lo centro en la lucha contrahegemónica y para ello debemos resaltar las perversidades ideológicas que todo medio tiene en su contribución para mantener el status quo de dominación de las relaciones de explotación capitalista.
La radio, ese aparato mágico que sorprendió a la humanidad cuando la voz humana, más tarde el canto y otra multiplicidad de sonidos, se pudieron transmitir, inicialmente en onda corta (Guglielmo Marconi), haciendo uso de las ondas hertzianas y más tarde en amplitud modulada, lo frecuencia modulada hasta llegar a la llamada era digital, comenzó a mostrar su utilidad en plena Primera Guerra Mundial, pero más tarde acaparó el campo de las batallas simbólicas y destacó en la llamada “industria del entretenimiento”.
La radio que, desde el punto de vista tecnológico, no nace como perversidad sino como prolongación de la voz con fidelidad a un espectro de ondas, mucho mayor que el de su proyección natural, muy pronto se convierte en un aparato de ideologización, cuya tarea fundamental es la de contribuir a reproducir con aceptación el dominio explotador del capitalismo.
La culturización para la opresión colonizadora ha encontrado en la radio una de las herramientas de mayor utilidad. Es por eso que, desde quienes libramos la batalla de ideas, en nombre de la verdad y de la liberación de las cadenas de explotación que someten al pueblo trabajador, la utilización del recurso de la radio nos obliga a una revisión crítica de los esquemas estéticos, éticos e ideológicos que les ha impuesto la burguesía y que muchas veces repetimos, reproducimos sin ningún tipo de atención.
Así es a pesar de nuestra voluntad. Cuando estemos cerca de un radio encendido, hagámoslo por prueba, por muy indiferentes que nos asumamos, siempre estaremos recibiendo, copiando, asistiendo, almacenando y luego, sin saberlo, estaremos también reproduciendo la cicatrización que recibimos pasivamente, de tanto dejarla sonar. La radio que no has de escuchar, déjala sonar. Pero cuando seas tú quien tengas la tarea de usar esa herramienta para la libertad, empieza por no dejarte manipular.
Ilustración: Xulio Formoso