La cultura del “yo no fui” lleva centurias tomando cuerpo y esto ya pudiese tenerse como una excusa para culpabilizar a generaciones precedentes de lo que las presentes se nieguen a asumir. En política, cada nuevo gobierno responsabiliza al anterior de todo cuanto le sale mal o de un estado de cosas que genera inconformidad o poco avance.
Es sabido que, la mayoría de nuestra gente, suele pensar en a quién echar la culpa de sus males. En la actualidad es Nicolás Maduro el centro de los ataques de esa especie de “sentido común” programado, en el que toda la mediática y sus múltiples herramientas de avasallamiento local, nacional e internacional, intentan decapitar al Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, al chavismo y a la Revolución misma.
Desde la edad escolar –y antes, porque ésta es una desviación arraigada en la familia, la propiedad privada y el Estado, para decirlo parafraseando el título de la obra de Federico Engels- comenzamos a pelotearnos las responsabilidades por lo que no hacemos o hacemos mal: “Yo no fui, maestra”, dice el acusete antes de endilgar la culpa a su condiscípulo.
Pasa el hecho y pasan las sanciones, asentando una cultura de irresponsabilidades que encuentran amparo en esferas de poder. Y nos centramos en el tema del poder, porque lo que está en juego en Venezuela, Nuestramérica y el mundo, es un cambio de sistema. La familia, la propiedad privada y el Estado, no se equivocan. Para eso son poder. Cada institución a su instancia, es inconmovible. Lo extraordinario, lo revolucionario, es que se acepten autocríticamente, responsabilidades y equívocos.
Breve historia de una radical autocrítica
En 1992, un teniente coronel que comandaba la Operación Ezequiel Zamora, destinada a deponer al régimen oprobioso del dictador Carlos Andrés Pérez -responsable de desfalcar las arcas del tesoro nacional, mentir descaradamente en la entrega de nuestras riquezas a empresas transnacionales, empobrecer hasta puntos críticos a las clases trabajadoras venezolanas, perseguir, torturar y asesinar a sus enemigos políticos-, reconoce su responsabilidad al no lograr sus objetivos “por ahora” y llama a la rendición de sus tropas.
La sincera autocrítica de un soldado valiente, temporalmente vencido, conmueve a Venezuela y al mundo el 4 de febrero de 1992, precisamente porque lo “culturalmente” contemplado venía siendo escurrir el bulto, culpabilizar a otros y pretender salvarse con un reiterado “yo no fui”. Hugo Chávez se responsabiliza de ser el jefe de esa operación de liberación bolivariana del pueblo venezolano. Su visión de estratega y su capacidad autocrítica lo convierten en un líder al que ese mismo pueblo lo libera de la cárcel en 1994, lo lleva a la Presidencia de la República en diciembre de 1998, lo libra de un secuestro y muerte segura durante el golpe de Estado de abril de 2002 y, después de su asesinato en 2013, le convierte en Comandante Supremo, con todo un legado para seguirle hasta la victoria de la Patria socialista.
Chávez, en el año 2012, victorioso para un nuevo período presidencial, en reunión del Consejo de ministros, reflexionando acerca de las Comunas y varios otros temas –quizás ante la convicción emocional de que le quedaba poco tiempo de vida- se refiere a la autocrítica en estos términos: “tú quieres la autocrítica, ¿queremos la autocrítica, verdad? Fíjate, Nicolás en varias ocasiones he insistido en esto, yo leo y leo, y esto está bien bonito, y bien hecho no tengo duda, pero dónde está la Comuna, ¿acaso la Comuna qué es, pues? Es sólo para el Ministerio de las Comunas. Yo voy a tener que eliminar el Ministerio de las Comunas, lo he pensado varias veces. ¿Por qué? Porque entonces mucha gente cree que ese ministerio es al que le toca las comunas, ¡NO!”. Y el principio Comunal, su concepto esencial y radical de organización, las Comunas, son el eje central de acción en esta Revolución Bolivariana.
Insiste Chávez en esa misma y emblemática reflexión: “la autocrítica ve, pero es para rectificar, no para seguirla haciendo en el vacío, o lanzándola como al vacío, es para actuar ya, ya Nicolás, ya señores ministros, señoras ministras, las comunas, manden a buscar la Ley de la Comuna, léanla, estúdienla”, enfatiza en el gran marco de su preocupación. Y precisa el Comandante Chávez: “es el espíritu de las micro misiones, concentración de fuego, díganme ustedes cuántos ministros, ustedes mis queridos compañeros se han ido a dormir en un barrio tres días, dígame quién, yo les juro, ¡ay como les pido perdón!, al respecto no puedo dar el ejemplo, cuánto quisiera yo hacerlo, porque ustedes pudieran preguntarse ¿y usted?, está bien, pido perdón, no puedo, no puedo, pero ustedes sí pudieran irse para allá, pa’l Caño Cuibarro a ver cómo está el proyecto de los indios Cuiba y quedarse tres días allá Nicolás, o sembrarse allí en Sarría no sé, un ministro, el viceministro, estar allí, transitar allí, vivir allí unos días o ir, recorrer, casa por casa, que eso no sea sólo para la campaña electoral, esquina por esquina. Ustedes no vieron el bombardeo de papeles que todavía caen en el camión donde yo ando [risas], papeles, papeles, ahora los tiran con piedras para que lleguen, o con flecha, la otra vez estaba una flecha, oye tiene una flecha, una flecha con un papel en la punta, Chávez ayúdame que no sé qué… Bueno, la comuna, el poder popular. El poder popular, no es desde Miraflores ni es desde la sede del Ministerio tal o cual desde los que vamos a solucionar los problemas”. Es “encarnarse” prácticamente, como la imagen de Jesús peleando en Nazareth contra todo el imperio y el “pecado” de la opulencia burguesa. Es la idea de “las catacumbas”, después de la muerte del líder crucificado, y los verdaderamente consecuentes, organizándose, debatiendo, estudiando el legado de Jesús -el primer socialista- y luchando por dar continuidad a la causa comunista, de las comunas, de lo que hoy llamamos Patria socialista, como camino de esperanza.
¿Quién debe autocriticarse y dónde? Yo, tú. Nosotras y nosotros, el presidente Nicolás Maduro, nuestros líderes y dirigentes. Aquí y ahora. El camino es duro, pero es el camino, decimos evocando a nuestro Argimiro Gabaldón. Crítica y autocrítica. Mirándonos al espejo, como dice claramente Chávez en aquella arenga de la postrimería de su vida y que se conoce hoy como el “Golpe de Timón”. No hay otro camino para la liberación sino el de las comunas.
Ilustración: Xulio Formoso