En el año 2001 el cansancio de la gente con los políticos llevó a pedir “que se vayan todos”. La clase política perdía credibilidad frente a un periodismo que iba acrecentando la suya.
A través de los años de éste milenio naciente, los políticos fueron perdiendo credibilidad en sus palabras, la gente no les creé más. Una desconfianza se asentó en el pueblo que hace que el discurso político sea descreído y cuestionado. Enumerar las contradicciones y los desaciertos en las actuaciones, los hechos de corrupción, las mentiras sería hacer una larga lista para varios artículos. Pero los políticos, a través de sus asesores, no se quedaron quietos. No cambiaron el discurso, si analizamos los mismos vemos que se sigue diciendo lo mismo. Cambiaron la dirección y el proceso del recorrido del discurso y, ahí empiezan a jugar los medios de difusión.
Antes del “que se vayan todos” los políticos, tanto sean gobernantes u oposición, se dirigían al pueblo y a los medios al mismo instante, el discurso de ellos llegaba en forma simultánea. Los medios comunicaban al resto del pueblo que no había escuchado dicho discurso. Con la pérdida de credibilidad y el aumento de la misma en el periodismo, los políticos se dieron cuenta que tenían que buscar un medio que tuviera credibilidad y, que fuera como un vidrio de color que al pasar su imagen a través de él, está se volviera creíble. Lo encontraron en los medios de difusión. El periodismo conocido como “de opinión” fue ganando cada vez más espacio.[1] Esta forma de hacer periodismo se centra en una supuesta objetividad e independencia. Las opiniones vertidas son totalmente objetivas, dicen algunos. Mientras otros se sinceran y muestran en forma clara su tendencia. Lo mismo pasa con el llamado “periodismo de investigación”, se llama así mismo objetivo y parcial, cuando simplemente, se sabe que sólo investigan al que se desea defenestrar. De esa forma el discurso político pasó de una vía directa a ser tamizado por el papel del periodismo, tanto sea a favor o en contra de un político o una línea de pensamiento.
Lamentablemente ese tamiz de la realidad y de la información a través de los medios, con la consabida fama que se alcanza por estar allí, ha llevado a una exageración del rol de los medios. Para muchas personas sólo existe o es real lo que pasa por los medios. Y lo privado se vuelve público. También eso afecta a los políticos. No sólo los medios buscan sus ideas, que a veces suenan a escazas, sino que, en busca de público, se introducen en la vida privada de los mismos. Nada es perfecto en los matrimonios, y éste, del periodismo con los políticos no es la excepción.
El periodismo hoy en día juega un papel que a mi entender se ha exagerado. Pero gran parte de esa culpa es la utilización del poder político de los medios para ganar una credibilidad que no tienen. Gran parte también es de los medios que fueron acrecentando su poder, dejando de ser medios para ser principios y fin. Y también gran parte es de ese pueblo que, se deja engañar o no busca comprender la realidad por si misma sino ratificar sus propias creencias, aunque la realidad lo desmienta. El mismo que abona un periodismo que no se inmuta en ponerle un micrófono al familiar de un muerto o de un asesino o que, por un minuto de fama, hace público los hechos más privados.
[1] Aclaró para los suspicaces. No soy periodista. Soy Lic. en Filosofía y lo que escribo se puede llamar “un análisis de la realidad desde un punto de vista”, si se quiere llamar.