Por identificar al imperialismo como el causante de los grandes males de la humanidad.
Por saber poner el dedo en la llaga, cuando de ubicar la injusticia se trataba.
Por ser bolivariano hasta los huesos.
Por querer a Hugo Chávez.
Por querer a Nicolás Maduro.
Por querer a Venezuela.
Por usar la gorra tricolor bajo sol y sombra.
Por ondear la bandera nacional en nuestras concentraciones.
Por gestionar la consecución de alimentos para la Venezuela bloqueada.
Por ponerte la franela vinotinto sin asco a una selección aún ingenua y cenicienta.
Por decir “Viva Palestina”, cuando otros la atacan o la ignoran.
Por amar a Fidel, a Cuba, a cubanos y cubanas.
Por rescatar a Nápoles de las ruinas.
Por rescatar la altivez de napolitanas y napolitanas.
Por despreciar la posibilidad de enrolarte en algún equipo del norte de Italia.
Por organizar en un barrial un juego a favor de un niño enfermo en Nápoles, para juntar fondos para su intervención médica.
Por jugar al fútbol con un niño sin piernas, abrazarlo y darle el trato que merecen todos los niños y niñas.
Por tener toda la plata del mundo y al mismo tiempo, no parecerte a ninguno de los explotadores que se gozan al mundo.
Por escupirles, a diario, el origen de sus malditas fortunas.
Por desenmascarar a la FIFA, retar a la FIFA, responder a la FIFA y pasarte por el forro las reglas de la FIFA.
Por zamparle el mejor gol del mundo a Inglaterra, cobrando venganza no solo por Malvinas sino por todas las tropelías mundiales de la Pérfida Albión.
Por haberle hecho, a la misma Inglaterra, el golazo que te convirtió en el Dios que fuiste, eres y serás eternamente.
Por no temer a la prensa chantajista entrenada y glorificar y destruir a sus anchas.
Por enseñarnos a las y los periodistas que el serlo no nos da derecho a todo, como habitualmente creemos.
Por exigirles lo que debían publicar sobre ti, con o sin tu autorización: total, era tu vida personal y eso se respeta.
Por seguir acá, entre nosotros y nosotras, porque vos sos perpetuo.
Por pedir perdón cuando hubo que pedir perdón, sin complejos ni arrugues.
Por marcharte dormido, sin sufrir, como querían tus hipócritas detractores.
Por derrotar a la muerte en las heladas ocasiones en que nos mantuviste al filo del pánico.
Por permitirme decir: ¡Maradona vive…la lucha sigue!
@ildegargil