Cuando los chamos crecen, muchas cosas van aumentando de tamaño, entre ellas los problemas. Y es que no es normal un niño que no represente algunas dificultades en el arduo trabajo de la paternidad. Lo importante, es reconocernos como guía y ejemplo de nuestros retoños para servir como una especie de camino seguro para que ellos puedan conducir su vida por senderos más seguros, sin temor a equivocarse.
Y es que de equivocaciones trata nuestra entrega de esta semana. Miguel, mi hijo, es un niño muy vivaz, y su crecimiento vertiginoso (al menos a sus padres así les parece), también le ha hinchado un poco el orgullo, a tal punto que cuesta que doblegue su carácter a la admisión de alguna equivocación. En días pasados me hablaba de su tema favorito: los planetas, y se empeñaba en afirmar que el Sistema Solar tiene 13 planetas y no los 8 que conocemos. Las afirmaciones del chamo me hicieron dudar porque él estaba sumando erróneamente los llamados “planetas enanos” con el resto, cosa que los entendidos no admiten en sus cuentas debido a las características específicas de esos cuerpos celestes. Eso significa que de algún modo ambos teníamos la razón, pero al chamo le costó reconocer su error.
Parece cosa sencilla, pero mientras más crecen, más complejas van siendo las circunstancias que rodean sus vidas y más complicado nos la ponen a nosotros. Admitir una equivocación no es un asunto que deba avergonzar a nadie, y como todas las buenas costumbres, eso se aprende desde la infancia. Errar es humano y rectificar de sabios, dice el refrán popular, y en este caso nos sirve para aleccionar a nuestros muchachos sobre la importancia de reconocer este valor.
Lo primero que debemos hacer como padres ejemplares (si así nos consideramos), es predicar con el ejemplo. Muchos padres creen equivocadamente que admitir un error delante de sus hijos les resta autoridad o respeto, pero desconocen que a cambio les estamos enseñando el valor de la valentía, y que reconocer un error nos convierte en personas perfectibles que con humildad asumimos nuestro compromiso de respeto con uno mismo y con los demás.
Otro aspecto a tener en cuenta es que tienes que dejarlo equivocarse. Hay padres que están montados de manera excesiva en la vida de sus hijos y llegan al extremo de abstenerse de hacer cualquier cosa, es decir, que el niño no quiere hacer nada por temor a equivocarse. Es bueno equivocarse y mejor aún es corregir la equivocación, eso significa que está aprendiendo.
A los chamos les encanta sentirse mayores de lo que son. Usa ese deseo como herramienta para enseñarles que asumiendo sus errores, está madurando. Eso lo hace un niño grande, más consciente y más inteligente.
A medida que crece a tu hijo se le presentarán diferentes situaciones que no sabrá cómo manejar. Sirve como orientador sobre las mejores alternativas para él, pero déjalo decidir. Si se equivoca debe aprender a asumir el error y hacerse responsable de las consecuencias.
No olvides alabarlo cuando reconozca sus errores, ello ayudará a reforzar la conducta y le hará saber que en sus errores no estará solo. Es necesario que entiendan que equivocarse, disculparse por ello y sobre todo, corregir, no los convierte en perdedores ni en fracasados, por el contrario, les brinda la oportunidad de fortalecer su autoestima y de ser mejores personas cada día.