Durante los primeros dos años de vida los niños presentan un reflejo de succión muy activo y su boca funciona como órgano explorador a través del cual conocen los objetos del medio que los rodea. Es por eso que los bebés suelen llevarse todo a la boca: juguetes, sus manos y todo tipo de cosas, la mayoría no destinadas para su manipulación.
Sin embargo no debemos detener o prohibir esta etapa, pues es parte fundamental de su desarrollo sensorial y motor; basta con tomar en cuenta las consideraciones de seguridad del niño: por ejemplo evitar que se introduzca a la boca objetos pequeños que puedan provocarle asfixia o atrangantamiento; evitar que esté en contacto con desechos, sustancias peligrosas o tóxicos. Siempre mantener vigilado al niño y en lo posible poner a su alcance objetos que sean fáciles de limpiar, que no puedan lastimarlo y que tengan texturas diferentes y lo estimulen en este período exploratorio.
Afortunadamente, la boca de los bebés comienza a secretar abundante saliva cuando su desarrollo motor les permite manipular objetos y aumenta a medida que se sientan, gatean y comienzan a salir los primeros dientes. La saliva cumple muchas funciones, entre ellas la de proteger de infecciones que puedan ser adquiridas a través de los objetos que se llevan a la boca.
En la saliva hay gran cantidad de inmunoglobulinas, que son agentes defensores del sistema inmune que evitan la adhesión y reproducción de virus y bacterias del medio. Además mantiene un pH ácido en la boca que también disminuye la posibilidad de crecimiento bacteriano, inclusive tiene efecto protector ante las caries. Además en niños sanos está presente la microbiota bucal e intestinal, que son las bacterias “buenas” que habitan normalmente nuestro organismo y nos defienden ante las bacterias “malas”.
Los bebés alimentados con lactancia materna, tienen una flora bacteriana ideal que les protege constantemente ante agresiones ambientales de microorganismos no deseados. Así que con vigilar lo que está al alcance del bebé, mantener un ambiente aseado y lavar con frecuencia las manos y los juguetes u objetos de uso común es más que suficiente para mantener el entorno del niño apto para la exploración y el disfrute. Progresivamente, este reflejo se extinguirá y la exploración detenida de los objetos comenzará a hacerse más acentuada con el resto de los sentidos, en especial el visual y el tacto manual.