El crecimiento es un proceso muy complejo en el que intervienen diversos factores y es uno de los mejores indicadores del estado de salud del niño. De hecho, el retraso en el crecimiento puede ser la primera manifestación de distintos procesos patológicos, tanto congénitos como adquiridos.
Es por eso que durante toda las consultas de control pediátrico, el medir y pesar al niño es parte de los procedimientos principales en su evaluación regular.
Al valorar la talla deberemos considerar los distintos factores que intervienen en su desarrollo: los factores endógenos: genéticos, hormonales, étnicos, metabólicos y los factores externos: como la alimentación, afectividad, la práctica de ejercicio físico, etc.
El crecimiento longitudinal es un proceso continuo, pero no lineal. Es decir, no siempre se crece en las mismas proporciones. Durante la etapa de lactancia (2 primeros años de vida) el crecimiento es muy rápido. En la infancia la velocidad es relativamente constante (alrededor de 5 cm por año) hasta la pubertad, cuando ocurre un “estirón puberal” entre 8-12 cm al año, dependiendo del sexo.
La valoración del crecimiento se basa en el análisis global de todos los cambios que se producen a lo largo del tiempo, en el tamaño, la forma y la composición del organismo.
Existen variantes que se consideran normales a pesar de que los valores de peso y talla del niño se salgan de las curvas de evaluación estandarizadas. La talla baja familiar (TBF) y el Retardo Constitucional del Desarrollo (RCD). En el primer caso la historia y observación de la familia revela la presencia de miembros (generalmente de primera línea: padre y hermanos) que simplemente no alcanzaron la talla considerada normal debido a su carga genética. En la segunda situación, el niño se observa “retrasado” en cuanto a crecimiento y desarrollo sexual respecto a los compañeros de su misma edad, sin embargo luego de algún tiempo los alcanza y logra tanto la talla normal adulta como los parámetros de desarrollo esperados sin problema.
Estos “problemas” de crecimiento no patológicos, muchas veces son más difíciles de diagnosticar que los causados por enfermedades, pues aunque parezca irónico es más complejo conectarse con la historia personal y familiar del individuo que realizar estudios y exámenes muchas veces innecesarios. Es por eso que una buena historia médica siempre superará cualquier procedimiento posible, que sólo debe ser indicado para corroborar una sospecha médica.