En el sentido más básico, la moneda es expresión simbólica de la riqueza de un país, soportada en oro por el Banco del Estado. Hoy por hoy, el billete, como papel moneda, ha ido transformando su condición originaria, debido, entre otras cosas, a la incorporación de la electrónica y la informática como soportes de la misma riqueza aludida.
También es significativa la transformación simbólica del signo monetario, cuando éste se hace intangible para las usuarias y usuario. Algo parecido a lo que ocurre con el libro digital, cuyas páginas tan sólo podemos aprehenderlas a través de la vista.
La misma transformación simbólica a la que aludimos en el párrafo anterior, se magnifica en medio del imperio financiero que ha hecho del capitalismo ya no el generador de plusvalía en medio de relaciones de producción basadas en la explotación del ser humano en ese proceso. El neoliberalismo multiplica, en medio de pases hipnóticos colectivos, masificados, el dinero que engordan aceleradamente en transacciones financieras improductivas pero útiles para la acumulación y reproducción de capital.
El papel de la moneda de papel, en medio de un capitalismo agonizante y desesperado por conseguir oxigenación y sobrevivencia es también un misil que disparan contra los países democráticos y soberanos de perfil antiimperialista. Es lo que ocurre, precisamente en esta coyuntura, con Venezuela y los intentos desesperados por derrocar al Presidente camarada Nicolás Maduro.
La Revolución Bolivariana, durante el gobierno presidido por el Comandante Chávez logró instituir, a partir del 1° de enero de 2008, el llamado “Bolívar fuerte” como expresión de un redimensionamiento de la economía venezolana y su expresión en el campo financiero. La, hasta entonces, devaluada moneda nacional, producto de la incontrolable inflación generada por los vaivenes de la economía mundial, pero también por la incompetencia y corrupción de los gobernantes durante 40 años de la “alternacia puntofijista”, comenzó, desde entonces a derrumbar nuestro signo monetario.
La estrepitosa devaluación de nuestra moneda (ayer como hoy) estaba asociada con una crisis económica, pero también con una crisis de valores, atizada desde el imperio para devaluar, simultáneamente, la memoria de nuestro Libertador, cuyo nombre se impuso y utiliza hasta el presente como nombre propio de nuestra unidad cambiaria.
Varias veces me he pronunciado sobre este tema y soy partidario de cambiar la denominación de nuestro signo monetario. Hoy reitero el tema porque, esta misma semana, circuló por las redes una “promoción” del billete de 500 bolívares que se inventaron unos facinerosos proimperialistas para decir que Venezuela acuña monedas de mayor denominación que las actuales. El asunto es que, en la misma dirección de lo simbólico, la imagen que los falsificadores insertan en el as del mencionado billete, es la de nuestro Comandante Hugo Chávez.
Es decir que, a los múltiples embates contra nuestra economía, producción y distribución, sometidos a guerra, se le incorpora el misil de la devaluación, ya no solo monetaria, sino también del símbolo memorístico que en ella se inserta: la figura cimera del Comandante Supremo, al igual que la de nuestro Libertador, sometidos a la más dura condena, en manos de todas y todos quienes utilizan esas monedas devaluadas en su totalidad.
Es la guerra simbólica. Es el ataque descarado por desmontar la memoria de un pueblo libertario, que avanza hacia su libertad e independencia definitiva, en medio de la construcción de la Patria socialista.
Como nunca antes y de manera integral, el imperio yanqui, las derechas locales y foráneas, la banca, las transnacionales petroleras, productoras y distribuidoras de alimentos y bienes de consumo, se han aunado para acabar con Venezuela y con nuestra Revolución Bolivariana y Chavista y el gobierno que preside Nicolás Maduro.
Sin dudas que, en esta coyuntura, el papel de la moneda de papel es conspirativo, desestabilizador, terrorista. La guerra económica , simbólica y mediática están unidas en una sola estrategia de exterminio hacia el valiente pueblo de Venezuela. Es hora de alistarse y asumir la defensa integral, para no perder la Patria. ¡Atentas y atentos, camaradas!
Ilustración: Xulio Formoso