Septiembre no sólo es el mes de la impronta trágica, ideológica y comunicacional que los amos del mundo han colocado en torno a la fecha 11, particularmente por dos acontecimientos de gran impacto destructivo y políticamente amenazadores como el Golpe de Estado (en 1973) contra el Gobierno Democrático que en Chile presidía el compañero Salvador Allende y la “disuasiva” acción terrorista de implosionar las Torres Gemelas en el corazón de Nueva York (en 2001), ambos planificados y ejecutados por el Departamento de Estado gringo, la CIA y el Pentágono. Septiembre es también el mes de la rutina asamblearia de reunir a los países integrantes de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para hablar sin decir nada o gritar para no ser escuchados, ni siquiera, por los vecinos más cercanos. Septiembre es un símbolo de poder programado cuidadosamente por los amos del mundo.
Puede sonar paradójico, pero exactamente no lo es. La ONU fue creada después de la Segunda Guerra Mundial, como un organismo concebido como “espacio para el consenso mundial” y aparentar “igualdad” entre países que no lo son, ni en el papel ni en el llamado Derecho Internacional. Las “naciones unidas” son, en realidad, desunidas y fragmentarias, con el único propósito de mantener la hegemonía política (con apuntalamiento represivo-militar) en torno al poder del capital que congrega a sus élites en torno a las decisiones y estrategias que se desarrollan tras el “misterio Bilderberg”.
Voces de rebeldía y denuncia se han pronunciado por años, en cada asamblea como “una voz que clama en el desierto”. Este año seguramente lo haga con la contundencia esperada, nuestro presidente revolucionario Nicolás Maduro Moros, sobre todo cuando una funcionaria bajísima que ocupa el cargo de “alta comisionada” de los derechos humanos, miente descaradamente, inventa informaciones y procura avalarlas con falsos positivos prediseñados por la inteligencia estadounidense y el Pentágono, a fin de acabar con el pueblo venezolano, con su soberanía y sus riquezas naturales.
En los años 2005 y 2006, el Comandante Hugo Chávez acudió a las citas números 60 y 61 para fustigar desde el estrado a un organismo imperialista, que nació caduco y que cada vez pierde mayor vigencia, al tiempo que reclama una refundación sobre principios nuevos de multipolaridad, respeto, verdadero y no declarativo, a la soberanía de los países en verdadera igualdad de condiciones.
En la sexagésima asamblea celebrada por la ONU en 2006, nuestro camarada presidente Hugo Chávez alertó, una vez más, acerca del desprestigiado organismo imperialque durante toda su existencia queda “hediondo a azufre” por la presencia del “Diablo” que pretende doblegar al proletario Florentino (recordemos los versos de Alberto Arvelo Torrealba) que cada pueblo abriga en el fondo de sus corazones como esperanza de libertad, de emancipación, de independencia definitiva: “creo que aquí casi nadie en esta sala pudiera pararse a defenderlo, a defender el sistema de Naciones Unidas”, dijo Chávez en aquella oportunidad.
Antes de finalizar este mes, la mediática global se ocupará de seguir “blanqueando” la imagen del organismo “integrador” de naciones. Es importante recordar, en nuestras reflexiones y en nuestras luchas, el cuerpo doctrinario y subversivo de nuestra Revolución Bolivariana que, en palabras de nuestro Comandante Libertador Hugo Chávez, en la gesta Bicentenaria del siglo XXI: “volvemos a proponer, Venezuela vuelve a proponer aquí hoy, este día 20 de septiembre que refundemos las Naciones Unidas”.
Ilustración: Iván Lira