Los altos y bajos que tienen los chamos a la hora de comer, suelen ponernos a nosotros, los padres, con los pelos de punta y al borde de perder la paciencia. Mi hijo Miguel es un ejemplo claro de una especie de montaña rusa en cuanto a su apetito se refiere. Algunas veces puede durar horas (literalmente) sentado en la mesa mientras remueve la cucharilla en su plato, y otras se come dos o tres raciones en menos de quince minutos.
Seguramente muchos padres compartirán conmigo que nada nos da más gusto que un muchacho que nos deje el plato limpio, que nos pida repetir y que coma de todo lo que le servimos. Pero ese mundo de fantasía no siempre está presente en nuestros hogares, y tenemos que lidiar con el poco apetito, el desgano y hasta la terrible decisión (sobre todo en estos días de crisis) de desechar comida.
La falta de apetito puede ser un problema si los períodos en los que se presentan son muy prolongados, puesto que es de esta manera que el organismo de los chamos puede sufrir las consecuencias de una mala nutrición. Si esta es la situación de tu hijo, acude al médico lo antes posible porque su salud puede estar en riesgo.
Si el desgano es ocasional, no debemos incurrir en el error de obligarlos a comerse todo lo que les servimos, puesto que el apetito de los niños puede ser muy variable de acuerdo a las actividades que desarrolla, y si los forzamos a comer, podemos estar generando otros traumas que afectarán su forma de alimentarse por el resto de su vida.
En estos casos es bueno servirles cantidades moderadas y si ellos piden repetir, pues completemos la ración. Lo ideal es que logremos convertir los momentos de comer en ratos agradables para ellos y para nosotros.
Para abrir el apetito
En el mercado hay variedad de fórmulas para estimular el apetito en los niños. Jarabes, tónicos y otras sustancias, aún se consiguen en las vitrinas de supermercados y farmacias. Tal vez muchos de ellos son beneficiosos y surten efecto en el corto plazo, pero todos los intentos orientados en esa dirección, tarde o temprano resultarán fallidos.
Mi madre, como seguramente muchas otras madres, levantaba grito en cuello la frase: “aquí se come lo que hay, esto no es un restaurant”. Mis hermanos y yo crecimos comiendo de todo sin hacerle asco a ninguna comida. Pero además de su frase, mi madre tenía otro secreto: identificar nuestros alimentos favoritos.
Más allá de los estimulantes del apetito, están los sabores, texturas y formas de presentación de los platos que servimos a nuestros hijos. La creatividad es nuestra amiga indispensable para ofrecerle a los chamos una dieta basada en lo que les gusta comer, combinada con lo que nosotros queremos que coman. Todo ello en presentaciones atractivas sin que la porción esté llena a reventar.
Otros aspectos a tener en cuenta para motivar su apetito, es darle de comer cuando tienen más hambre, tratando de ajustarles los horarios para que coincidan con el del resto de la familia. Para ello hay que mostrarles lo bueno de comer acompañados, disfrutar de amenas conversaciones y de la armonía familiar mientras se come.
Recuerda limitar las distracciones como TV, juegos de video u otras que desvíen la atención de los chamos de su plato de comida. Elogia sus conductas positivas y pronto empezarás a notar las mejoras.