Miguel ya escribió su carta al Niño Jesús. Por quinto año consecutivo la celebridad navideña le traerá sus regalos tal como corresponde en la más pura tradición venezolana. De pequeño siempre me dijeron que San Nicolás era el ayudante del Niño Jesús, puesto que el recién nacido no podía con todos esos juguetes él solito, pero aun así el “Niño” era el jefe del asunto de los regalos en Navidad. Muchas lunas han pasado desde aquellos años y en estos días me puse a pensar en esa navidad en la que descubrí lo que todos los niños descubren tarde o temprano.
Tenía como diez años cuando eso, y aunque los niños maliciosos de la escuela ya me habían advertido, nada podía prepararme para la decepción que aquél descubrimiento me causaría. No me sorprendió encontrar una bolsa llena de regalos en el clóset, tampoco me resultó raro que esos regalos no fueran ninguno de los que yo pedí, porque mi Niño Jesús era muy distraído, lo que me causó verdadero asombro luego de mi descubrimiento, fue que mi madre me confesara que ella y mi papá eran el Niño Jesús.
Esa navidad lloré y luego de hablar con mi madre decidimos mantener el secreto a salvo de mis hermanos menores para que la magia durara unos años más para ellos. Pero en los años siguientes me di cuenta que para mí también la magia de la navidad gozaba de buena salud. Mis regalos seguían llegando, los estrenos y los festejos. Me encargué personalmente del armado del pesebre cada año y ayudaba con los adornos a mi mamá que se sentía muy orgullosa de mi empeño por disfrutar las navidades a pesar de saber aquel secreto. Entendí que en realidad la mentira de mi madre fue decirme que ella y papá eran el Niño Jesús, pues estoy convencido de que no lo son. Aún recuerdo su rostro diciéndome más que mil palabras: “ya lo entenderás cuando crezcas”.
Y no se equivocó. El Niño Jesús no es una simple mentirilla blanca, tampoco una estrategia para demorar una eventual decepción en los chamos. El ritual navideño de esperar al Niño Jesús, es una tradición que hace aflorar los más puros sentimientos de amor y por supuesto, va más allá de lo material. Es lo más parecido a la magia que nos puede pasar y que nuestros padres sean parte de ello, lo convierte en doblemente mágico.
Jugar a ser el Niño Jesús es una licencia que tenemos los padres para derrochar creatividad y cariño sobre nuestros hijos en estas fechas tan especiales. Tengo una amiga que deja talco en el piso y le pone huellitas de piececitos de bebé alrededor de los regalos, un amigo recurre al viejo truco de ofrecerle galletitas, que misteriosamente aparecen mordidas la mañana siguiente. Mi compañera, la mamá de Miguel, pone escarcha sobre los regalos y le deja cartas de respuesta escrita con tinta de colores. Es un juego fantástico el de ser Niño Jesús, sobre todo cuando ves aquellas caritas inundadas de felicidad.
Llegará el momento de decirle a Miguel toda la verdad: yo no soy el Niño Jesús. Simplemente soy el que te compra los regalos cada Navidad y los llena de magia para que tú los descubras. Sólo soy el que juega a hacer fantasías, realidad; el que goza con tu carita feliz cuando despiertas y consigues tus juguetes. Mamá y yo somos ese vehículo que el Niño Jesús utiliza para que te llenemos de dicha cada año, como nuestros padres lo hicieron con nosotros, como tal vez tú lo hagas con tus hijos. Y más allá de los objetos que te obsequiamos, el verdadero regalo está en el amor que tenemos por ti, en las peripecias que hacemos para buscar, escoger, envolver y esconder esos presentes para que tú los disfrutes en navidad.
Yo no soy el Niño Jesús, pero moveré el mundo porque creas en él. No por lo que de él dice la historia o la religión, sino por lo que él significa para nosotros: la esperanza de un mundo mejor. Finalmente entendí lo que decía mi madre.