Terrible lo que está sucediendo en algunos municipios de la heroica Nicaragua. Como pasó en Venezuela hace un año, el imperio sembró allí las guarimbas que dejan hasta ahora un alto número de víctimas fatales, incluyendo menores de edad.
A Nicaragua la sentimos como propia desde la década de los años 70, cuando éramos unos adolescentes y la inexistencia del internet y el guasap nunca fueron obstáculo para seguir paso a paso la lucha que los combatientes sandinistas libraban contra la sangrienta dictadura de Anastasio Somoza. El derrocamiento del tirano lo celebramos con el júbilo, de quien aún a la distancia, siente que aportó un mínimo gramo de arena para aquella gesta.
Mi memoria guarda con lucidez perfecta la enorme pinta “Viva Nicaragua libre” que plasmé en la fachada de mi casa en el barrio de Catia, horas después de la liberación iniciada el 19 de julio de 1979, gesto que me ganó punzantes miradas de vecinos obviamente contrarios a mi posición libertaria. Pregúntenme si sentí miedo. Aquella frase se mantuvo plegada al oxidado latón sobre el que escribí, hasta que indomables gotas de lluvia dispusieron otra cosa.
Nicaragua vencerá de nuevo. No albergo dudas al respecto. Su pueblo está curtido en combates librados al fragor de la libertad. La Revolución encabezada por el Comandante Daniel Ortega, posee los arrestos necesarios y suficientes para aplastar este nuevo arponazo cocido al calor de la traición y la ignominia.
Drogadictos, delincuentes y demás alimañas salidas del lumpen amparado en la sombra de la burguesía, fracasarán en su intento de fulminar los cambios justos y necesarios que el Frente Sandinista para la Liberación Nacional ha aplicado a favor de las mayorías.
Así como Venezuela acabó con quienes desde barricadas sangrientas pretendían el retorno al pasado, las y los hijos de Sandino encontrarán la fórmula para escupir al rostro del fascismo y gritarle: “¡No pasarán!”
¡Chávez vive…la lucha sigue!