Por: Rómulo Hidalgo
Mucho se habla en estos tiempos de lo que se necesita para desarrollar nuestra industria de alimentos, se habla de inversión, de tecnología, de políticas públicas que impulsen al productor, entre otras, y puede que esos sean factores importantes, no lo niego. Pero ¿Cuánto se habla de lo importante que es el amor propio como factor imprescindible para que nuestra industria alimenticia sea verdaderamente nacional y suficientemente fuerte como para que no solo haya seguridad alimentaria, sino soberanía alimentaria?
A lo mejor este planteamiento es visto como una filosofada más del montón, pero puedo ofrecer argumentos que pueden ser punto de partida para debates, puesto que para que haya soberanía alimentaria debe existir primero que nada una férrea voluntad de descubrir el potencial productivo del país, mirando lo que ya existe en nuestras tierras, y que tal vez ha sido desechado o sustituido por lo que ha venido de afuera, es decir hemos seguido siendo impresionados por espejitos, y no reconocemos el oro que tenemos.
Nuestra cultura alimentaria está totalmente alejada de nuestro potencial productivo, los productos autóctonos han sido olvidados por nuestras generaciones actuales, los campesinos solo saben sembrar semillas de lata y usar venenos para mantener sus siembras, las semillas que sembramos son producto de laboratorios que están fuera de nuestro país, las comidas que preparamos son aprendidas de un estándar internacional, enseñadas a través del poder comunicacional, lo originario cada vez tiene menos posibilidad de ser y todo esto porque no tenemos el suficiente amor propio como para sentirnos orgullosos de lo que tenemos y que ningún espejito nos impresione como para creer que el oro que tenemos vale menos.
Hay países que han aprovechado alimentos originarios de nuestras tierras y lo han convertido en industria, y nosotros que tenemos el potencial nato para hacerlo, nos dejamos llevar por las tendencias del mercado, aun en detrimento de nuestra soberanía alimentaria, creemos que tener trasnacionales procesando y distribuyendo alimentos dentro de nuestro país, es soberanía alimentaria, y muy lejos está de serlo, esas trasnacionales solo cumplen con su misión de generar el estándar cultural mundial, que luego hará que sea fácil de dominar a cualquier pueblo. La soberanía alimentaria se alcanza en el momento en el que es dentro de nuestras fronteras, con nuestro capital, nuestras ideas y nuestro material genético se produzcan los alimentos que consumimos.
En Japón y otros países comen el Yakon, originario de los Andes y aquí escasamente lo conocemos. Brasil es uno de los mayores exportadores de merey, originario del oriente venezolano y aquí lo importamos, a los astronautas le dan de suplemento dietético capsulas de bledo o hierba caracas y aunque le da el nombre a nuestra capital, aquí lo ignoramos. Tenemos frutas originarias como la uchuva de los Andes, pero aquí la vendemos como producto innovador colombiano, tendría que necesitar al menos cien líneas más de estas para seguir nombrando todo aquello que hemos despreciado y sustituido por lo que viene de afuera, para explicarles que la falta de amor propio nos ha llevado a esto.
Se nos hace muy fácil amar y ser impresionados por lo que viene de afuera, y más fácil aún olvidar lo nuestro, por eso el amor propio tiene que florecer, para que empecemos a tener conciencia de lo que significa ser venezolano, descubrir nuestras riquezas, y usarlas para desarrollarnos como nación con identidad propia, que no quiere ser nadie mas que Venezuela y que sabe que solo aquí dentro de estas fronteras está todo lo que se necesita para ser grande, la falta de amor propio es lo que pone a la gente a soñar con una mejor vida fuera de nuestro país, una buena cantidad de amor propio nos hacer querer quedarnos a construir la grandeza, partiendo de lo que tenemos, el que sí ama a si mismo se investiga a sí mismo y descubre dentro de sí, lo que nadie ve, y lo explota para crecer, eso nos hace falta.
Entonces una de las políticas de Estado para impulsar la soberanía alimentaria debe ser fomentar el deseo de amarnos a nosotros mismos, empezar a impulsar el uso de lo autóctono, ofreciendo enseñanza al pueblo para usar los productos, haciendo masivo el deseo de producir y consumir lo nuestro.
Caigamos en conciencia que muchas de las frutas que se impulsan a consumir dependen de semillas importadas, que muchos de los vegetales que recomendamos como saludables, dependen de la importación de semillas y paquetes tecnológicos.
Sé que el mundo no se cambia de un día a otro, que el país no cambia de un día a otro, pero hay que hacer el esfuerzo de ver lo que aún no se ha visto, ¡lo de aquí!