Regresé de donde volvemos los hombres que no están. Encontré una mujer desnuda. Su leche era negra. Estaba acostada y cavé en ella y de su leche nos alimentamos los muertos. Yo fui un hueso de la mano de Dios. También, un caballo de crines blancas de crines que daban forma a las olas. Fui un caballo sobre su pelvis y de nuestro baile, el hombre. Regresé de donde volvemos los hombres que no están. Traigo una bolsa con oxígeno, en el lomo llevo agua. No he comido, no he bebido. He sido un animal salvaje sobreviviente de mí mismo ¿Qué río no sobrevive al sol? Llevo un río en el lomo, aljibe. Una bolsa de oxígeno llevo para abrir las puertas las piernas la boca la vida la ventana y regresar al lugar de donde volvemos los hombres que no están. Regreso a morder la cola a rodar la rueda a burlar la muerte. Regreso. No se hablar la lengua de los hombres a donde llego. Si acaso me robo un pan, el hambre ya no es lenguaje y padezco de una transparencia, que para qué la fe. Regreso y los hombres que están ya no son hombres. Las estatuas parecen tocar el cielo. Los niños no ríen. El culmen ha sido alcanzado y yo quiero regresar al día en que me volaron los dientes por gritarle al gobernador que su madre era una vergüenza por haber engendrado un vulgar demonio. Regreso de donde volvemos los hombres que no están y tampoco los encuentro. Empino una trenza de la tierra a lo más alto de sus edificios. Los veo. Hormigas que doblan la frente a los cubos. Estoy buscando mis dientes como un ciego tantea la luz en la oscuridad. Quiero masticar el agua del hombre y escupir la utopía escupirles la boca. Señalarles con el dedo cambiarles el lenguaje confundir sus caminos donde nadie colisiona. Quisiera haber regresado sin transparencias a romperle en la cara los libros que desperdician, a descoser sus insípidas recetas para la felicidad. Caminar sobre los bordes de su perfección y cagarme en sus cuadros correctos. Seguir siendo un animal salvaje de cuyas alas negras llore la humanidad, se escurra se inunde se muera. Regresé de donde volvemos los hombres que no están. Y me dejé caer como cebo envenenado. Nadie más que yo comió.
Regreso
19 enero, 2017
3 min. lectura
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Franco Fernández
Creo en la resurrección de la carne
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