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MEGA-Cobardes

La mañana del 18 de septiembre de 2017, cientos de miles de niños iniciaron un nuevo período escolar. Era lunes y como de costumbre en esta época, el caos vehicular y la congestión en todos los medios de transporte, era la ley. Uno de esos niños era Alejandro, que iba en el carro de su mami rumbo a la escuela y en medio del tráfico le pidió el teléfono a su mamá para llamar al programa que ella puso en la radio. La sorpresa que recibió Alejandrito, de tan solo 7 años, fue la misma que muchos pequeños radioescuchas seguramente experimentaron cuando escucharon a los locutores del programa acosar al niño y presionarlo para buscar sus opiniones políticas y como guinda de la torta, lo llamaron “gay” por preferir el estilo de juego del portugués Cristiano Ronaldo.

Esa fue la manera que mejor les pareció a los conductores del programa “Calma Pueblo” de la emisora La Mega 107.3 FM, Verónica Gómez, José Guzmán y Manuel Silva, de dar la bienvenida a clases a miles de niños en Venezuela. Ese estilo de radio “irreverente”, en el que insultas al radioescucha, en el que te burlas de todo porque burlarse es “cool”, en el que se desprecia a todo lo que sea diferente a quienes pretenden imponer el monopolio de los estereotipos, es el que ha escogido buena parte de la radio comercial en nuestro país para identificarla como “radio juvenil”.

Aunque jamás he escuchado ese programa por higiene auditiva, las investigaciones que sobre él hice dan testimonio de que no es la primera vez que los moderadores del espacio se comportan de tan irresponsable manera, pero en mi experiencia de casi 20 años en radio, creo que la agresión directa que la señora Gómez hizo contra un niño de 7 años al llamarlo “gay” por su admiración al futbolista del Real Madrid, y decir: “¡Ay! El niño gay que quiere ser como Ronaldo… bueno, a sacarle las cejitas, vamos a sacarle las cejitas”, no tiene precedentes en la radiodifusión venezolana. Peculiar forma de entrar en la historia de la radio.

Los defensores de lo indefendible tratan de desviar la discusión hacia el punto de que el gobierno también utiliza a niños para meterlos en política, o que algunos voceros chavistas insultan a sus adversarios políticos, para con ello justificar que los animadores del programa de “La Mega”. No estoy de acuerdo ni con una cosa, ni con la otra, pero como padres, tíos, abuelos, hermanos mayores de algún niño en este mundo, no puedo colocar ningún atenuante al ataque contra un niño de 7 años al llamarlo “gay”, justo cuando aún no tiene formada su identidad sexual y tampoco se puede defender de la agresión.

Lo más asombroso, es que al momento exacto de producirse la ofensa contra el niño, la misma señora Verónica Gómez trató de actuar en su defensa ante el reproche de sus compañeros alegando: “Dios ha sido tan sabio en no darme fertilidad”. Aunque seguramente muchos coincidimos con ella en ese aspecto, no es justo que la audiencia de una emisora de señal abierta tenga que soportar los traumas personales y colectivos de una persona que utiliza el odio como herramienta comunicacional, tanto en lo político, como en lo individual.

Por ello felicito la rápida actuación de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, Conatel, en la decisión tomada sobre este caso, haciendo cumplir con ello la ley de Responsabilidad Social en Radio, Televisión y Medios Electrónicos y sentando un claro precedente en este grave asunto, porque una agresión de tal manera contra un niño no debe pasar inadvertida.

Al momento de escribir estas líneas, aún envuelto en la indignación, recién se estaba conociendo la noticia de la apertura del procedimiento sancionatorio contra el medio de comunicación. Oportuno es llamar la atención sobre el carácter reiterativo en la transgresión de las normas en la que este medio ha incurrido, lo cual no lo exime en absoluto de la responsabilidad compartida. También es meritorio revisar la legislación en materia de protección a los niños, niñas y adolescentes, donde se contempla que el Estado y cualquier particular, puede actuar en defensa de un menor en los casos en que sea vulnerado por un adulto.

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