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Media-Fábula Santa

Después de comerse media bolsa, el papá de la criatura le enseñaba a lanzar Crazyballs a las palomas en la orilla de la playa.

El niño y el simulacro de “bolitas de maíz”, que habían sacado de un cotillón, evocaron en el recuerdo de un padre orgulloso, los brazos más rápidos, que salieron de este lugar para jugar en las grandes ligas.

Bajamos a La Guaira, medidos y recortados frente al efecto “tramboliko” de la economía.

Como cualquier familia, nos recreamos dentro del margen del entretenimiento vacacional.

Pero los vecinos del toldo de al lado,  la caridad y la estupidez les vino después de hartarse de cartón comprimido con desechos químicos y colorantes que los adultos mezclaban  con cerveza.

Casi arrepentido por la manera como se recreaban estos cristianos, mientras jugaban al carnaval en semana santa, tan cerca de nosotros como de la intolerancia, supe apenas los vi,  que la bolsa de la golosina que cargaban en la mano padre e hijo, se la llevaría un remolinos de gases independientes, para ser arrastrada después por las olas y el chalequeo de los extintores.

(Las imágenes cíclicas, por lo general me traían ideas existenciales sobre el mundo insostenible que habitamos). Que me perdonen los cristianos, pero la estupidez es a la humanidad, como la cristiandad es al humanismo.

Anestesiadas, en el gorjeo y en el ímpetu de tragarse todas las Crazyballs, tan próximas a la asfixia mecánica, aspiradas al eterno retorno de la contaminación ambiental, el juego que parecía un acto suicida inducido por el infante, era también causado por alguna extraña migración de aves que habían llegado de la ciudad al litoral, quizá era simplemente un sacrificio “natural” o “naturalizado” de la recreación y el esparcimiento de semana santa, lo que si era cierto y ya lo sabíamos, es que en Camurichico moría ese refrán que reza: el que se levanta temprano, recoge agua clara.

Las “bolitas de maíz” eran muchos más grandes de lo que se podía tragar cualquier paloma y el carajito no paraba de lanzárselas. La escena era fatigante.

A sus estómagos también fueron a parar el papel de un Toronto, algunas cuentas de colores, el engranaje oxidado de un encendedor, restos de platanito con chiclets, piedras, arena y un dije de una película de Disney.

Por alguna u otra razón, Disney había llevado a hablar a los animales en sus pelis y entretener a las masas, humanizándolos, cuando despierte habrá descubierto que el cuento era al revés.

Cerca de la playa en una pared se leía, “el horizontes es de los pobres” y de este par de palomas que pudieron haber salido de Maracaibo, como dice la canción, por el asueto se quedaron a vivir en La Guaira.

Mar a fuera o mar a dentro, detrás del Salvavidas, en el televisor del rancho y de medio planeta, lo que parecía un show de ventriloquia y geopolítica imperial y antiimperialista, Raúl toma por el brazo a Obama exhibiéndolo cómo el muñeco de las corporaciones que representa, genocida de la esperanza de su pueblo, culpable de la devastación y la guerra en Yemen, Libia, Siria y Venezuela.

Mientras el coreano, sonaba sobre los caballos imaginarios de la Gangnam style opacando Las Caras Lindas de Maelo, en ese instante televisado, transité por un periplo de casi 60 años de políticas imperiales, hostiles e injerencistas contra América Latina y El Caribe, empezando por la perla de Martí.

El hecho sin duda es un acontecimiento muy importante, y desde el plano simbólico de la izquierda mundial, aparecen algunas interrogantes, las respuestas, quizás, se traslucen en el abrazo fallido de Obama al Presidente Castro, pero sobre todo, se reúne en la petición del levantamiento al bloqueo y al cierre definitivo, de lo que sería hoy en día el paradigma del biopoder: la cárcel de Guantanamo.

Ilustraciones: César Vázquez

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