Sólo la sociedad qué padecemos -ésta, basada en la explotación de seres humanos, para producir y acumular dinero en pocas manos e imponer el pensamiento único, como hegemonía para matar toda memoria, todo creatividad e idea de libertad- es capaz de generar tres variedades de ladrones, de choros, y una sola sensación de permanente inseguridad.
Los tres tristes choros corresponden a igual número de categorías de expropiación individual, con alta repercusión social e incidencia ideológica.
La mayor, en jerarquía, de esta categorías de ladrones, es la que ostentan los dueños de los medios de producción. El capitalista, que explota al trabajador, al proletario, en el acto de producir los bienes materiales, roba a éste su fuerza de trabajo, bajo la figura de mercancía igual que intercambia en el proceso productivo.
El choro burgués, qué es dueño de los medios de producción qué, originariamente, se robó, también es dueño de la distribución y consumo de lo producido por la trabajadora y el trabajador qué modifican la materia prima. Entre tanto, el verdadero productor, el proletario, es únicamente dueño de su fuerza de trabajo.
El ladrón capitalista, reproduce, a su vez, las otras dos categorías de choros, a los que queremos referirnos. El ladrón intermedio, de «cuello blanco» y el último en la escala social, conocido como lumpen proletario, qué es el más pobre, depauperado y marginado, al que toda la sociedad acusa y condena, hasta matarlo o encerrarlo en una cárcel.
En el segundo nivel o categoría de ladrones, está el de «clase media» -como le gusta autocalificarse- qué son altos ejecutivos y funcionarios, qué roban desde su escala, sintiéndose burgueses sin serlo y revistiendo de poder y superioridad a su título universitario y su cargo de dirección.
Está segunda categoría de ladrón, nunca llega al estatus del explotador -choro o ladrón por excelencia-, pero lo imita, quiere ser como él, para lo cual hace el más impecable y altanero esfuerzo. Sus víctimas, las víctimas de sus robos, muchas veces los confunden con verdaderos dueños del capital, y eso es algo que les libera de su negativa imagen como choros de segundo nivel.
Finalmente, el choro mayor genera hasta la categoría inferior de estos, a quienes pretende endilgarles la responsabilidad social por la inseguridad, por todos los robos, por sus «malas mañas» y prácticas de asaltos, robos, hurtos y arrebatones, qué, muchas veces, les conducen a la cárcel, a la muerte o a la condena de una sociedad que los mira con desprecio, al mismo tiempo que jamás lo sentirán por los «maestros» del choreo, los verdaderos burgueses, quienes siempre serán tenidos por inocentes y grandes señores.
Los tres tristes choros, generados por las relaciones capitalistas, están allí. No hay mucha diferencia entre sus prácticas, salvo las propiamente de clases. Todos esos choros son los responsables -a sus escalas- de la explotación, la expropiación y la inseguridad qué padecemos. Si no tomamos conciencia de ello, no sabremos cuál es el verdadero enemigo a atacar, no entenderemos la esencia de la lucha de clases, ni asumiremos el papel protagónico qué nos corresponde, como proletarios, como trabajadoras y trabajadores, como guías y constructores de nuestra definitiva independencia, libertad y Patria socialista. Arma tu trinchera de ideas, fortalece tu conciencia.
Ilustración: Xulio Formoso