«El paramilitarismo colombiano es hijo de la oligarquía colombiana y eso hay que decirlo así. Y hoy, sencillamente, la oligarquía venezolana, la oligarquía colombiana -lacayas las dos del imperialismo norteamericano- sembraron los paramilitares aquí en Caracas, para tratar de matar al Presidente de Venezuela»
Hugo Chávez
el 16 de mayo de 2004
en la marcha Por la Paz
y contra el paramilitarismo en Venezuela
Los Rastrojos es tan sólo el nombre de uno de los grupos narcoparamilitares que controla (¿o lo controlan a él?) el señor Duque desde la presidencia del país neogranadino. Es una de sus favoritas puntas de lanza utilizada para cumplir con el propósito de invadir a Venezuela, sin necesidad de comprometer directamente a la Fuerzas Armadas colombianas.
La ONU, sus representantes y comisionados, además de todos los organismos internacionales y mamparas de los amos del mundo, se han cuidado siempre de no aparecer fotografiados al lado de cualquier paramilitar y narcotraficante -llámese Rastrojo o como les venga en ganas- aunque se pueda sospechar o tener evidencias de relaciones no tan claras en sus tareas por preservar la institucionalidad supremacista mundial.
Lo que sí es cierto es que luego de que los mismos “ajedrecistas” (más bien golfistas) de Bilderberg buscaron y colocaron en la presidencia de los Estados Unidos a una figura con el perfil de Donald Trump, se desató por el mundo una “indiscreción” arrolladora en la que los poderes imperiales no esconden las violaciones a los estamentos legales, bajo los cuales se supone deben regirse los “equilibrios” del poder. Es decir, se les cayeron las máscaras. Y las acciones en contra de Venezuela son la demostración más fehaciente de la manera de “hacer política” que ha querido imponer el actual inquilino de la Casa Blanca, a quién por tanto descaro comienzan a cuestionar los partidarios Demócratas, al punto de que están trabajando para una eventual destitución inmediata del triste personajillo que ha querido hacerse el gracioso e “irreverente” cada vez que habla.
La patológica “politorrea” de Trump ha creado una empatía entre sus subordinados oposicionistas de Venezuela, al punto que el autoproclamado, apátrida, conspirador y golpista que se retrata con sus protectores Rastrojos de las Auto Defensas de Colombia, ha terminado tomándose muy en serio eso de que es “presidente” en Venezuela (creo que ni de una junta de condominio), queriendo colearse en la 74° Asamblea de la ONU, la cual comenzó el 24 de este mes de septiembre y termina el día 30.
Una mezcla de acontecimientos que cualquiera pudiese imaginar inconexos pero que no, no lo son y todos apuntan a disparar contra el fantasma del “comunismo” al igual que cuando se planificó, a mediados de los años 40 del pasado siglo -recién finalizada la Segunda Guerra Mundial- la creación de los “cuatro jinetes del Apocalipsis”, conocidos por sus siglas de ONU, TIAR, OEA y CIA, aún esgrimidos para intentar exterminar las voces del proletariado, de los pueblos y, en Venezuela, de la Revolución Bolivariana y Chavista, a la cual también se le acusa de ser igualmente “comunista”.
Los Rastrojos no son un simple accidente histórico, como tampoco lo es la ONU o el TIAR, guardando las distancias y especificidades. Son piezas de un mismo rompecabezas en el que se siguen enfrentando dos clases (burgueses y proletarios). Quienes sí irán al estercolero de la historia son los personajillos (Trump, Duque, Bolsonaro, Tintori, Guaidó, entre otros insulsos) que se han creído demasiado los roles que los amos del mundo les han asignado como “extras” en el drama que casi parece repetirse hoy como comedia o farsa.
Los Rastrojos del rastrojo Guaidó pidieron la palabra en la ONU mientras este organismo, coyunturalmente, solo reconoce a Nicolás Maduro como Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela y éste define estrategias realmente trascendentales, junto a Vladimir Putin, el presidente. Amanecerá y… veremos despertar la victoria de los pueblos.
Ilustración: Iván Lira