Por: Nito Biassi
Todos los niños tienen ídolos: sus padres, el jugador de fútbol, de básquet o sus maestros. Para ellos son seres superiores para mirar y admirar, pero no los imitan, porque son inimitables. A los niños les interesa muy poco cuánto ganan, les interesa que su ídolo esté y haga lo que sabe hacer
Alexis tenía 8 años, iba a segundo grado de la escuela pública Maestra Vera Peñaloza. Era fanático de los Spurs de San Antonio, estaba triste porque pensó que era la última temporada de Manu Ginobili jugando, pero no. Manu renovó contrato y muchos jugadores de la NBA también renovaron. Mientras Alex tomaba la merienda, veía en la televisión la noticia sobre el básquet.
Los jugadores renovaron contrato por 1.800 millones de dólares. Veintitrés jugadores renovaron contratos algunos como Mike Conley por 153 millones por cinco temporadas. Alexis esperaban que lo nombraran a su ídolo, que lo nombraran a Manu, pero no, parece que el valor renovado por Ginobili no era tan alto. Después hablaron un largo rato de los contratos con cifras alucinantes y, que eso se debía a que la televisión iba a pagarle a la NBA 24.000 millones de dólares. Ésa era la causa, según el periodista, por la que las cifras eran tan altas. Los jugadores, sabiendo lo que iba a cobrar la Asociación, decidieron renovar los contratos por cifras elevadas. Y con respecto a Emanuel Ginobili, dijo el periodista, el bahiense puso en su blog que iba a jugar un año más en la NBA. Antes de empezar a entrenar con la selección Argentina, Manu dijo que iba a jugar otra temporada aunque, no sabía si iba a ser en los Spurs. Alexis sentía que la sangre corría carrera por su cuerpo. Un año más de Manu; sentía una alegría inmensa.
Terminó la leche y corrió a su cuarto; le tenía que escribir una carta a su ídolo. Tomó una hoja del cuaderno, una birome y escribió:
Querido Manu:
Te escribo para que te enteres que estoy contento porque seguis jugando, el verte jugar otro año más es lindo y me pone muy bien. No me importa si no es en los Spurs, lo lindo es verte jugar.
Alexis
Terminado el tiempo reglamentario Argentina empata con Chile cero a cero. Joaquín estaba viendo el partido junto a su padre, a un grupito de amigos y a los padres de sus amiguitos. Tenía 9 años e iba a un colegió del culto católico. En el entretiempo los adultos empezaron de nuevo con la crítica a Messi. Que era un pecho frío. Con la guita que gana podría poner un poco más de huevo. A Joaquín le molestaban las críticas pero no decía nada. Messi era su ídolo desde que una vez estando en el aeropuerto Córdoba, jugaba Argentina en el estadio y fueron a esperar el avión que llegaba con los jugadores.
El Padre lo sacó de los recuerdos: Ya empieza el alargue. Espero que estos fríos hagan algo. El partido fue parejo los primeros quince minutos. Él miraba la pantalla y se acordó que en el Aeropuerto se fueron para el lado de los arribos; había un montón de gente.
Terminó el primer tiempo, cero a cero. El mal humor de los mayores iba in crescendo, ya no se molestaban en disimulas e insultaban a Messi con todas las letras. La segunda parte del alargue fue igual. Y Joaquín aprovechó para recordar que logró colarse a la primera fila del cordón que se había hecho para ver a los jugadores, cuando empezaron a salir por el pasillo.
Penales. Patea el primer penal el jugador de Chile. Lo ataja Romero. Grande Romero. Los adultos festejaban. Va Messi a patear. Tira y a las nubes. Todos puteaban, pecho frío, como puede ser tan animal.
Hasta que lo vio. Messi venía por el costado donde estaba él. Le dijo Lio mientras le extendía una foto. Messi tomó la foto y la lapicera, se acercó para sacarse un selfie con él y antes de irse le acarició la cabeza. Era su ídolo, que lloraba sentado en el medio de la cancha. Su ídolo que medio país puteaba, que por la guita que gana, que era un pecho frío. Que mejor que se vaya. ¿Cómo que se va? Si se va. Anunció que no iba a jugar más en la selección.
Joaquín desesperado corrió a su cuarto. Tomó un papel, una birome y escribió.
Querido Lio:
Te mando esta carta con la foto que nos sacamos cuando estuviste en Cordoba. Te vi llorar y yo también llore. Por favor no te vayas. Los que te queremos te bancamos.
Joaquín
Pablo tenía ocho años, vivía en lo de su abuela en el pueblo de Huancar, cerca de la cordillera en Jujuy. Era descendiente de Coya. Sus padres estaban en las estancias, trabajando en el pastoreo de los animales. Mientras duraba la época escolar él vivía en la casa de sus abuelos. Estaba en la sala cortando en papel unas flores.
El invierno en la Puna es duro. El viento sopla siempre frío. Las noches son heladas y el viento hace fantasmas de polvo. La Seño Marita viaja todos los días desde Susque hasta Huancar. El viento hace que se abrigue.
Pablo está en la mesa de la cocina, ya terminó las tareas y está recortando unas flores en unas hojas de colores. Está triste porque la Seño faltó, el frío de la puna la enfermó. A la mañana tuvo clases con la Seño Isabel y ellas les contó lo de su maestra. Entonces tuvo la idea. Por eso estaba cortando flores, le iba hacer un gran ramo multicolor y una carta, ella era su ídolo y quería que volviera.
Querida Seño Marita:
Nos digo la seño Isabel que esta enferma yo la quiero mucho y quiero que se mejore, por eso ise estas flores, son de papel porque no ay de verdad. la quiero mucho.
Pablo
Los niños no saben de plata, no saben de mezquindades ni egoísmos. Ellos son como son y, eligen a sus ídolos de la misma manera. Nos les interesa si ganan mucha plata o son pobres, porque no les interesa la plata, salvo que ésta les pueda dar felicidad. Se ríen de los adultos y les piden un papel para comprar algo. No les interesa si su ídolo es blanco, negro, mujer, narigón, petiso o pecho frío. Es su ídolo porque sí, porque lo quieren. ¿A qué edad el hombre deja de ser niño y tener ídolos? ¿Con la edad del Pavo o la edad del Pavo empieza cuando deja de tener ídolos y pasa a tener ejemplos a imitar?