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Sí, a los chamos se les toma la tensión

Hasta hace poco tiempo la hipertensión arterial era considerada una enfermedad exclusiva de los adultos y en la edad pediátrica se pensaba y diagnosticaba solamente cuando alguna enfermedad la provocaba como síntoma secundario. Sin embargo, en los últimos años se han demostrado que la hipertensión primaria (aquella sin una enfermedad de base que la explique) se inicia en la infancia, ya que los daños que se producen a nivel molecular, paredes arteriales, el estrés oxidativo que daña los tejidos empiezan desde los primeros años de vida y marcan la pauta de la salud cardiovascular de cada individuo.

En la actualidad, los casos de hipertensión primaria o esencial, van en aumento especialmente en las edades entre 12 y 18 años. Se estima que entre el 1 a 3% de los pacientes pediátricos presenta cifras tensionales elevadas entre los 3 y los 10 años de edad. Este repunte ha sido probablemente causado por los estragos de la mala alimentación (comida chatarra, exceso de sal, frituras, comidas procesadas), el sedentarismo, el estrés y muchos otros factores ambientales que han intervenido.

Es por ello que todo pediatra debe estar familiarizado con el manejo de las tablas de referencia de Presión Arterial según la edad, el sexo y la talla. Los equipos de toma arterial infantil difieren de los de adulto, sólo en el tamaño del brazalete utilizado, el cual debe adaptarse al tamaño del brazo del niño o joven para lograr mediciones confiables.

La OMS y numerosas Sociedades Médicas Pediátricas recomiendan la toma de tensión arterial en niños mayores de 3 años en forma rutinaria dentro de su control pediátrico o antes si el bebé o niño tiene algún factor de riesgo de salud como por ejemplo: prematuridad y bajo peso al nacer, enfermedad renal, cardiopatías, diabetes,  padres hipertensos, obesidad.

Aunque en edades tempranas la  incidencia de hipertensión es baja, no debemos olvidar que es una enfermedad “silente”, ya que pocas veces causa síntomas tempranos que alerten de su presencia y por lo tanto es de suma importancia que se haga detección temprana para tomar las medidas necesarias y evitar sus terribles consecuencias de salud.

Un niño o adolescente con hipertensión puede presentar síntomas como dolor de cabeza, enrojecimiento de orejas y cara, mareos, fatiga, irritabilidad, y sangrado nasal. Sin embargo cerca del 60% de los pacientes no tiene ningún síntoma hasta que la presión elevada ha causado daños a órganos como corazón o riñones.

El riesgo de permanecer hipertenso en la edad adulta aumenta hasta un 70 % cuando se han tenido cifras tensionales elevadas durante la infancia o la adolescencia; es posible que muchos de los adultos que son hipertensos hoy hayan iniciado su enfermedad en etapas tempranas de la vida, pasando desapercibida porque no suele evaluarse este parámetro en forma regular.

Se debe tener presente que la educación e información son las mejores estrategias para prevenir el desarrollo de la hipertensión. Adquirir y fomentar en nuestros hijos los buenos hábitos alimenticios, disminuyendo la ingesta de grasa y sal, aumentando la de verduras y frutas; la práctica de actividad física y decir NO al sedentarismo son las bases en la prevención de esta enfermedad que además detectada en forma oportuna permite evitar las complicaciones que acarrea a corto y largo plazo.

Dra. Morella Martínez de Herrera            

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