...”yo sostengo que vosotros,
ni de criollos tenéis nada
ni vuestro canto es joropo.
Yo conozco a San Fernando,
yo he vivido en Calabozo,
yo de la Unión para abajo
conozco el Guárico todo,
y os juro solemnemente
-y a Dios por testigo pongo-
que en ninguna parte he visto
llaneros como vosotros”.
Aquiles Nazoa / Humor y Amor
Pues ni llanera ni nacionalista. Venezuela es una diversidad pluricultural, de manifestaciones múltiples en todos los ámbitos: culturales, creativos, artísticos. Es un debate que aún nos debemos. Por eso propongo seguir profundizando el tema en este diálogo semanal que hacemos en la acera.
Se me ha ocurrido repasar, por estos días, algo de la poesía de nuestro Aquiles Nazoa, especialmente la publicada en su libro Humor y Amor. El extracto de una de ellas lo he tomado como epígrafe para esta nota de reflexión crítica, en función de temas que nos atañen en la batalla contrahegemónica que contribuimos a librar, especialmente en el campo creativo, de lo simbólico, de las artes, en nuestra Revolución Bolivariana y Chavista, cuyo paradigma -claramente definido por el líder y comandante de ésta, Hugo Chávez- está centrado en la construcción de la Patria socialista, como utopía posible.
En diversos momentos nos hemos detenido a pensar en la definición de cultura que se maneja en una revolución que apunta a vencer y superar al capitalismo, como sistema de producción de bienes materiales, en condiciones de explotación hacia la clase obrera, trabajadora y campesina en su conjunto. Sabemos claramente lo que no es: no es farándula, no es espectáculo, no son “lucesitas prendidas para escena”, no es la banalización de lo real llevada a su exhibición como “arte”, en escenarios, museos y otros espacios o soportes técnicos contemporáneos.
Es verdad que toda expresión simbólica de lo real en el plano de la conciencia social, está y estará siempre determinada por el ser social, tal como lo concibe Marx y todo el pensamiento crítico marxista. Es así como no hay arte, expresión estética y de los sentidos que no esté “contaminada” por la manera como se producen, distribuyen y consumen los bienes materiales en una sociedad determinada, en este caso, la capitalista que padecemos hasta hoy. Se trata de la famosa superestructura, determinada por la estructura.
Por lo anteriormente esbozado, las expresiones artísticas y culturales, en general, que llamamos “tradicionales” nunca son rígidamente genuinas ni se quedaron detenidas en sus orígenes. El movimiento de lo real también incide en que la gran mayoría de ellas se sincreticen, en una lucha que es de resistencia en lucha pero también de transformación, golpeada incesantemente por la ideologización (en el sentido estrictamente marxista de ideología como “falsa conciencia”). Es ello lo que nos permite entender actualmente a fiestas tradicionales, como San Juan, San Benito, los joropos venezolanos y la inmensa mayoría de nuestras manifestaciones, como parte de nuestra identidad. Identidad que no es monolítica ni inconmovible, sino que es identidad en movimiento y -sobre todo- en movimiento donde también se expresa la lucha de clases.
Creo que hasta aquí nos vamos entendiendo. El asunto se complica cuando nos corresponde definir los límites entre conciencia e ideología. Cuando lo tradicional se encallejona en formas únicas, estereotipadas, abiertamente cosificadas y mercantilizadas del “folclor” de lo “criollo”, de lo “nacionalista”, en un afán reduccionista y acelerado por asaltar a nuestro pueblo, su memoria y su identidad, la lucha debe ser más frontal. Y, en el caso venezolano, donde la lucha de clases nos obliga a tomar explícito partido sobre estos temas por estar liderados en nuestros procesos de cambios por un gobierno revolucionario, anticapitalista y antiimperialista, las estrategias en materia cultural (también en todas las materias, pero en este casos nos referimos específicamente a la de este campo) deben estar clara y abiertamente proletarizadas. Ellas deben identificar responsablemente al enemigo a combatir y, en la confrontación no puede ni debe haber conciliación de clases sino lucha entre ellas.
En fin. Temas como el de nuestra identidad cultural, están claramente contemplados en el Preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Es nuestra principal carta de navegación en esta batalla crucial. “Vacilar es perdernos” -para decirlo bolivaria namente- y si nos dejamos colar “danzas nacionalistas”, “joropo gaucho con cobijas en el hombro” y farandulerismo como “identidad del venezolano”, nos seguirán manteniendo colonizados y “más dominados por las ideas que por las armas”.