¿Se han preguntado qué es un libro y por qué ha marcado tanto nuestra existencia como humanidad?
Muy bien, comencemos con la terminología oficial de (por ejemplo) la Real Academia Española, la cual define al libro como: “Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen”. En una segunda acepción, indica que el libro es: “Obra científica, literaria o de cualquier otra índole con extensión suficiente para formar volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte”. Hay significados alternos contemplados acá, como el de libro de cabecera: “Libro que se tiene a la cabecera de la cama para frecuentar su lectura”, o “libro por el que se manifiesta extraordinaria preferencia”. La palabra viene del latín: liber, libri.
Ahora, rompiendo las paredes de la formalidad, quisiera dejar constancia de lo que significa el libro para mí. Comencemos:
El libro no es solo un objeto que luce en los anaqueles de una biblioteca. Tampoco se reduce a ser una fuente inagotable de conocimiento o a un amigo incondicional que nunca nos falla, porque nunca se queda sin batería. Hemos dicho que se trata de un gran escape para cuando nos sentimos agobiados por la cruel cotidianidad, también hemos dicho que es un gran refugio cuando nuestro entorno no logra comprender nuestra esencia individual y diversa.
Más allá de todo eso, el libro ha sido, desde sus inicios, un extraordinario hilo conductor. Nos une de generación en generación, entre tantos idiomas y dialectos, superando las millones de fronteras geográficas que insisten en separarnos, que no cree ni en tiempo ni en espacio. El libro es un objeto que todo lo supera. Es historia viva, es una extensión de nosotros mismos. Queda allí, permanece.
El texto, es decir, el contenido del libro, es lo que lo hace indispensable. Un libro si tuviera todas sus páginas en blanco significaría otra cosa. Pero gracias a los textos que son preservados dentro del libro es que podemos sabernos, conocernos, recordarnos, respetarnos, inmortalizarnos.
¿Qué sería de Rayuela, El Aleph, Cien años de soledad? ¿Cómo las religiones permanecerían a lo largo de los siglos? La literatura oral es una parte fundamental de nuestra sociedad, pero el libro, esa cosa compuesta de papel, nos hace y deshace, nos define, nos une.
Ustedes dirán: “Bueno, estas son cosas de ella, ratón de biblioteca que no tiene nada mejor que hacer que ponerse a leer como una loca”. No se crean, a veces me lo han dicho. Pero lo cierto es que el libro tiene un valor infinito. Veamos una pequeña muestra y dejemos que sean los grandes maestros quienes hablen por mí a favor del libro:
“Ante ciertos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran». André Gide.
“Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros”. San Agustín.
“De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”. Jorge Luis Borges.
“El libro es fuerza, es valor, es fuerza, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor». Rubén Darío.
“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Miguel de Cervantes.
“He buscado el sosiego en todas partes, y sólo lo he encontrado sentado en un rincón apartado, con un libro en las manos». Thomas De Kempis.
“La literatura es siempre una expedición a la verdad». Franz Kafka.
“La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir». Camilo José Cela.
“Lee y conducirás, no leas y serás conducido». Santa Teresa de Jesús.
Entonces, la próxima vez que pasen al lado de una biblioteca no sigan de largo, no la ignoren. Más bien deténganse y busquen. ¿Quién sabe qué les depara el destino dentro de las páginas de ese libro que tanto los ha buscado?