Con cada inicio de año llenamos nuestras pantallas (del aparato que sea) de material relacionado con los propósitos de esta nueva vuelta al sol, con aquello de ser mejor, del feng shui, el karma y el dharma, los horóscopos y pare usted de contar. No tiene nada de malo si con todo eso te aseguras de hacerte bien a ti mismo y a los demás, y más provechoso aún si también se lo enseñamos a nuestros hijos.
En principio, y como recomendamos siempre en este espacio, tenemos que predicar con el ejemplo. Empecemos por ser mejores y más amorosos padres. Un padre comunicativo, cercano y cariñoso, es el mejor antídoto contra los “rebotes” de los hijos en desafío a la cabeza del hogar, por lo tanto ahorramos en conflictos innecesarios que nos lleven a disputas estériles en casa.
Tratemos de pasar más tiempo con ellos. Es un propósito para nosotros que tus hijos van a valorar. En vez de momentos especiales, creemos momentos fortuitos. Regalemos sorpresa a nuestros chamos y tratemos de tenerlos cerca, no solo físicamente, sino de manera emocional. El juego, la conversa, el cuento, la anécdota, hacer deporte, bailar o cantar, son actividades que cualquier chamo disfruta con sus padres en todo lugar y momento.
Escúchalos. Es bien sabido que oír no es lo mismo que escuchar y como padres de seguro podremos notar bien la diferencia. Los que tenemos chamos parlanchines podemos llegar al límite de la paciencia cuando nos llaman: “papá, papá, papá…” (Hasta el infinito y más allá), queriendo captar nuestra atención en momentos inoportunos. Pero más allá de poner el oído, hay que afinar la escucha. Detrás de cada palabra de nuestros hijos hay reveladores indicios de que algo está pasando, y esto puede ser positivo o negativo. Por eso la importancia de la conversa cotidiana para monitorear y alertarnos a tiempo de cualquier alteración en su vida para poder actuar en consecuencia.
No luches contra la corriente. La tecnología, la moda y los gustos musicales, son frecuentemente motivo de choques y desencuentros en casa entre padres e hijos. Más allá de las diferencias generacionales, existen patrones que hemos copiado de nuestros padres y abuelos al tratar de reprimirnos en nuestra juventud y, lógicamente, los reproducimos con nuestros hijos. Atrévete a conocer los gustos de tus chamos, hazle saber de buena manera lo que te gusta y no te gusta que lleven, enséñales a tomar buenas decisiones basadas en el respeto propio y a los demás. Eso sí, regula con rigurosidad los extremos y refresca con frecuencia las normas de casa, que deben ser de indiscutible respeto para todos los miembros de la familia.
Lo positivo siempre suma. Refuerza tus propios valores y más temprano que tarde, ellos se verán puestos en práctica por tus hijos.
Sus propias metas a cumplir
Es bueno cumplir metas en la vida, obrar con algún propósito. Y también es bueno que tus hijos aprendan eso como un valor en sí mismo.
Dependiendo de su edad, puedes darle algunas sugerencias sobre sus propósitos para este año nuevo. Si es menor de ocho años, sugiere que sus metas estén basadas en relacionarse mejor con otros niños, en ser más colaboradores en casa limpiando y ordenando sus espacios, cuidando sus juguetes y mejorar sus hábitos de higiene.
Entre los 8 y 12 años debemos aconsejarles que sean más comunicativos con nosotros, que practiquen algún deporte o actividad física y que regulen su tiempo frente a la TV, Internet o juegos de video.
Si ya son adolescentes, recomiéndales a tus hijos que vigilen bien su círculo de amistades. Refuerza conversaciones sobre drogas, sexo y alcohol, y crea en ellos la necesidad del rechazo consciente de esos flagelos.
En cualquiera de los caso, la base fundamental de tus sugerencias debe ser el respeto a su personalidad. No le impongas tus ideas, por el contrario, trata de que sean atractivas a ellos a fin de que emulen por repetición y no por obligación. No olvides llenar de amor cada momento con ellos y tu familia, de esta manera te garantizas un feliz año para ti y los tuyos.