La guerra, cualquier guerra, es indeseable. Va más allá de ser “la política por otros medios”.
Pero tan lamentable como esto, es el carácter nauseabundo que determinados sectores pretendan e insistan en darle, adjudicándole en consecuencia otra característica para detestarla. Y, obviamente detestar a esos sectores.
En Venezuela, desgraciadamente, lo estamos viviendo. Padeciendo, sería más acertado.
Como señalé en un tuit, si Dios existe y sus leyes se cumplen, deben caer con todo el peso sobre “políticos” y medios de difusión controlados por ellos por mentir a la opinión pública con el reciente deceso de niños que esperaban trasplante de médula ósea.
Ambas partes son viles. Se valen de todo “recurso” a mano para insistir en el derrocamiento de Nicolás Maduro, acabar con la Revolución Bolivariana y masacrar a quienes somos militantes del chavismo.
Sacarle provecho a la muerte de estos ángeles, es una aberración imperdonable. Sobre todo, cuando están conscientes de que el trágico final de estas inocentes víctimas tiene un origen lejano a la razón que ellos esgrimen en pro de sus bastardos intereses.
De forma reiterada, el canciller Jorge Arreaza ha mostrado pruebas de las verdaderas causas de los trágicos desenlaces. La administración nacional ha aprobado los recursos para que en Europa sean atendidos los y las niñas que a final de cuentas son nuestros niños y niñas. Pero, la nauseabunda guerra que mencionamos al inicio, ha impedido que se concrete la asistencia.
Entidades como Nova Banco ha cedido a la presión de Estados Unidos, negándose a darle curso a las sumas enviadas. Robándoselas, de paso, según la denuncia oficial.
Todo esto es público, notorio y comunicacional. Lo saben los “políticos”. También los aparatos desinformativos que como ellos, están complotados en la asonada desestabilizadora. Pero lo ocultan. Lo ignoran. Miran a los lados. Se hacen los locos. Prefieren, como sucedió y sigue ocurriendo, proseguir en su línea de mentiras. Hasta diría, a riesgo de cualquier calificativo, que se frotan las manos ante la desgracia señalada.
La mentira tiene patas cortas, reza el refrán. Aguardamos para que también en esta ocasión, se cumpla esta máxima popular.
¡Chávez vive…la lucha sigue!