Cuando presencio escenas humanas de mal gusto, la angustia se apodera de mi conciencia. En serio. Me asaltan los temores. Vengan de donde vengan las escenas. Más allá de izquierda o derecha, casi que me deprimo porque –según el deber ser-, la idea es que exista el mínimo de sensatez en el capítulo que se asome.
Vilca Fernández me dejó ese sinsabor. Este ciudadano que cual guapetón de celda se atrevió a amenazar a Diosdado Cabello y que una vez detenido por tal hecho empapó sus calzones, huyó al Perú luego de ser liberado por buena voluntad del Gobierno nacional.
Huir, es su problema. El miedo es libre, dicta el refrán y todos y todas tenemos derecho al “cagamiento”. Lo deplorable es que al momento de limpiar la raya amarilla, quien lo haga use un escudo de mentiras.
Este sujeto y sus pocos voceros le cayeron a charla a los incautos. Tanto a los de aquí como a los que pueda tener en Perú, a donde fue a parar el 14 de junio. Dijo que había sido desterrado como condición para ponerlo en la calle. Allá quien lo se haya creído y quien aún le crea. Siga leyendo, por favor.
En primer lugar, el estado de Derecho de la República Bolivariana de Venezuela no contempla el destierro dentro de ninguno de sus mecanismos legales. Mal puede aplicarse, en consecuencia, algo que no existe. Pero más allá de esa granítica verdad, es que este aspirante a dirigente de algo viajó a Lima sencilla y llanamente porque sus familiares son peruanos de origen y así lo pidieron a nuestras autoridades. Prefirieron trasladarse a aquella nación en lugar de recibir los beneficios procesales que se otorgaron a otros que como el personaje de marras, incurrieron en delitos. En un abierto acto humanitario, las autoridades aceptaron el trueque. Esa es la verdad.
Es un lamentable bochorno que este elemento -y sus segundones-, se pongan creativos. El propio beneficiado se descubre cuando una vez en suelo inca, dijo las barbaridades que dijo. No supo hilvanar una farsa con otra. Quien tenga ojos que vea el video, y quien tenga oídos que lo escuche. Dicho material no aguanta “dos pedías”. Con razón el pueblo de la oposición se decepciona cada día más de quienes dicen ser sus representantes.
¡Chávez vive…la lucha sigue!