“El ser social determina la conciencia social”
Carlos Marx
Varias veces, en diferentes momentos de las luchas por comprender y enfrentar la multi-guerra contra la Revolución Bolivariana y Chavista, nos hemos referido al tema de la verdad.
Quizás nunca hemos insistido lo suficiente en que la verdad que defendemos es la verdad que conocemos. Nadie defiende una verdad que no conoce y una verdad se conoce en la medida que se asume como resultado de las relaciones históricas de clases. Una verdad que -lo queramos o no- tiene por sustento una estructura económica.
En el capitalismo, explotadores y explotados se enfrentan, como contrarios, de una manera dialéctica. Y es así como de ese movimiento, en el plano de sus relaciones reales, generan -al menos- dos verdades: la verdad de quienes explotan y la verdad de quienes son explotados. Dicho de otro modo, la verdad de la burguesía y la verdad del proletariado.
Pero esto no es algo mecánico, cuadriculado ni matematizable. Ambas verdades de clases están permeadas entre sí, se mueven entre contradicciones que habrán de generar una verdad superior hecha síntesis.
Pero, hasta ahora, la verdad dominante es la verdad de la clase dominante. Como concepto que ocupa el campo de los simbólico en dependencia de la manera como se producen los bienes materiales en esta sociedad capitalista, la verdad es prioritariamente la verdad de las clases dominantes, específicamente, de la clase que es dueña de los medios de producción, de los burgueses, de los explotadores.
En esta explicación, la verdad del proletariado es conciencia, mientras que la verdad de la burguesía es ideología. Sólo que la conciencia proletaria “asusta” al burgués ante los riesgos de perder su dominio frente al desarrollo exitoso de la revolución, mientras que la ideología burguesa ejerce su poder hegemónico sobre las demás clases dominadas, manteniéndolas en sumisión o alienadas para que dejen de ser propulsoras de los cambios que le son inherentes en cuanto clase revolucionaria en sí.
En la introducción de este Diálogo en la acera, los párrafos precedentes no fueron escritos para marear ni por afanes teoricistas. Escribimos, como una manera de fortalecer el piso donde estamos obligados a levantar nuestra trinchera de ideas para, desde allí, defender nuestra Revolución Bolivariana y Chavista, así como también el futuro socialista de la Patria que -como lo sabemos- comenzó hace unas décadas.
Si nuestro propósito de clase -pero también propósito Bolivariano- es defender la verdad, debemos saber cuál es la impronta de clase que determina esa verdad. Saber si con esa defensa estamos contribuyendo a definir y fortalecer la conciencia o si, simplemente, estamos reproduciendo de los dominadores su ideología.
Por ejemplo, en los últimos días se ha colocado en el campo propagandístico, que maneja el capital transnacional y particularmente financiero, una campaña para vender una supuesta “neutralidad” neoliberal que hace parecer inofensiva la instauración de criterios neoliberales para el manejo de una “libre conversión cambiaria”. Según esa trampa de la ideología la imagen real se presenta virtual e invertida, mostrando o haciendo parecer como si el neoliberalismo es “compatible” hasta con el socialismo, por lo que -según esos mentores- el presidente Maduro, en vez de mantener y arreciar el control de cambio, debería de alejar al Estado venezolano de una competencia que ellos consideran exclusiva de la banca o del capital privado.
Si olvidamos la precedente “teoría” que explica el por qué una importante cantidad de venezolanas y venezolanos culpabilizan mecánicamente al Gobierno Bolivariano de la “crisis” (fíjense que en los medios de comunicación de la derecha jamás se habla de “Guerra Económica”, como acción deliberada, planificada desde los centros de poder y pensamiento imperialista para atacar y someter a países como Venezuela), se nos podría llegar a convencer fácilmente de que el llamado eufemísticamente “libre mercado” es el único capaz de garantizar la estabilización del tipo cambiario.
Si tan solo miramos hasta donde tenemos los anteojos, será imposible observar la totalidad que en el mundo nos domina desde hace más de 500 años y que hace poco más de 30 intentó apoltronarse (desde el FMI y el Banco Mundial) en el Estado venezolano mediante un paquete de medidas neoliberales que fue derrotado en la calle con las acciones que se desarrollaron a partir del lunes 27 de febrero de 1989 y que tomaron forma y continuidad con la rebelión cívico militar del 4 de febrero de 1992 y luego con la llegada constitucional a la presidencia de la República, en comicios de 1998, del Comandante Hugo Chávez.
El fundamento de nuestra verdad revolucionaria es y debe ser de conciencia. Tenemos la obligación de detectar y detener el discurso ideológico de la burguesía, así se exprese en boca de supuestos izquierdistas. Dejar colar el libre cambio es legalizar la perversidad que aun padecemos con decisiones desde aparatos ideológico-financieros como Dolar Today.
El mercado, en el capitalismo existe, manda en espera de que se le obedezca y sus mentiras las convierte en verdades por las que quiere perpetuar la dominación.
En Venezuela, como desde la rebelión de Caracas que la la mediática bautizó como “Caracazo” en 1989, hay un pueblo alerta para que más nunca nos doblegue el mercado. Pero hay que reforzar la conciencia y es por eso que para el debate de ideas, aportamos este modesto Diálogo.
Ilustración: Xulio Formoso