La distancia es inmensa. Creo que entre ellas resultaría imposible un diálogo. La pintadera es génesis, pureza, emoción y razón en trazos, es pueblos originarios, causa de resistencia, vocación de independencia, cosmovisión y valores genuinos. El maquillaje es una furia de rostros aplanados por el consumismo, antifaz para las ojeras curtidas de dolor y cansancio por tanta incomprensible explotación y descarada alienación.
La pintadera es cultura. El maquillaje es ideología tratando de desmontar las culturas, pugnando por aplanarlas o desaparecerlas en arrase memoricida.
Cuando la reflexión precedente se hace desde el Estado, se pude inferir la esencia de éste. El Estado burgués maquilla. El Estado proletario (siempre en gestación, por ahora) defiende la esencia de su pueblo, culturalmente expresado en sus pintaderas.
Por eso es que la Venezuela que construye su Patria socialista y emprendió el acertado camino de la Revolución Bolivariana (con su Árbol de las tres raíces) bajo el liderazgo del Comandante Hugo Chávez, ha defendido con tino que TODA VERDADERA REVOLUCIÓN ES ESENCIALMENTE CULTURAL.
Entonces, dialoguemos en esta acera. ¿Qué significa cultural? ¿Identificarnos con el maquillaje estereotipado de la industria que nos impone los colores y lucecitas de Disney y sus similares o encontrarnos en nuestra raíz y su crecimiento histórico en diversidad?
Cuando Chávez decide implosionar democráticamente al Estado burgués y oligárquico que encontró al llegar a la Presidencia, en 1999, se propone reformar, intelectual y moralmente lo hallado, para dar paso al mundo nuevo y posible, al Gobierno del bienestar vital y necesario para todas y todos y, en última instancia, a la Patria socialista.
Crea, entre otras estructuras para acompañar las transformaciones más radicales, al Ministerio de la Cultura. Y Chávez se rebela desde el principio, contra el maquillaje, los escenarios y la farándula hegemónica, de imposición ideológica imperial, para mirar “lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos (patriótica y revolucionariamente) ser”. Chávez no cae, ni siquiera, en la tentación de llanerizar todo, porque eso hubiese sido otra forma de aplanamiento. Asume y defiende la diversidad cultural y por eso la inclusión jamás la mira como consigna, sino como espacio para la libertad, la independencia y la soberanía de pueblo venezolano.
Y, como las anécdotas también pueden contribuir a reforzar principios, quiero recordar, públicamente, por qué el Ministerio del Poder Popular, creado por el Comandante y líder de la Revolución Bolivariana, asume como emblema de identidad gráfica, una pintadera Panare. El Ministerio es creado en 2005. El ministro designado, Farruco Sesto, asume a plenitud su tarea y, entre otras cosas, convoca a diseñadoras, diseñadores y artistas plásticos para que concursen en la procura de un logo tema que identifique a la joven institución. Entre múltiples y bien trabajados diseños de logos, ninguno consiguió impactar contra el maquillaje, ideológico, implícito en los dibujos. Felizmente (considero yo), el jurado responsable de calificar las obras declaró desierto el veredicto. Es decir, ninguno calificó. Poco tiempo después, la propuesta de mirar hacia nuestras raíces gráficas, permitieron que del árbol cultural venezolano, desde sus raíces, aflorara la pintadera Panare en la que se leen las figuras de un perro y una rana.
Esa pintadera de nuestro pueblo Panare, perdida y casi olvidada, imposible de ver entre tanto encandilamiento polícromo y estereotipado por el diseño burgués colonizador de conciencias, es actualmente la identificación gráfica del Ministerio del Poder Popular y de todas las instituciones que lo conforman.
Entre la pintadera y el maquillaje, la opción revolucionaria debe seguir siendo la primera.
Ilustración: Xulio Formoso