Preocupado, más que molesto (aunque no sin cierta dosis de esto último), con autocontrol, el presidente Nicolás Maduro dejó caer su mano cerrada sobre la mesa. En medio de la acción, sus palabras dieron sentido al gesto observado a través de Venezolana de Televisión: “He recibido denuncias de algunos centros de salud que ven al paciente, medio lo auscultan y lo mandan a su casa, y me ha tocado personalmente gestionar… hazle la prueba de PCR. No puede ser, no puede ser”.
Ello ocurrió apenas el viernes anterior. El jefe de Estado fue una caja de resonancia de una angustia, que como agua entre grietas, se ha dejado colar a través de diversos medios empleados por la población.
La palabra del líder del Ejecutivo nacional tiene el peso que posee alguien de su estatura ética. Quienes lo escuchan cuando se refiere al asunto, le creen. Al menos la mayoría, siente uno, lo hace y por ende deposita en su discurso, plena confianza. De allí el impacto y, obviamente, la estremecedora contradicción, que sienten cuando en un hospital centinela o en un Centro de Diagnóstico Integral la realidad es la retratada por él mismo.
¿Qué pasa en algunos centros de salud? ¿Cuál es la diferencia con aquellos donde el mecanismo sí funciona con eficiencia? ¿Se han aplicado las inspecciones que amerita este cuadro? ¿Se están procesando los resultados?
¡Así debería ser! Por el bien de todos y todas, sobre todo cuando desde marzo mismo a través de numerosas instancias el gobierno ha demostrado entrega total en el combate contra el Covid-19.
El comandante en Jefe de la FANB reiteró la orden este 21 de agosto. Debe diligenciarse el trámite necesario para garantizar que se cumpla a cabalidad, el requerimiento exigido. ¡Aprobado!