Aquel viejo valor perdido de “la palabra empeñada” me ha servido mucho para lidiar con esta etapa de Miguel en la que el peque se ha vuelto irreverente y contestón. Ya próximo a cumplir su seis años, el chamo está haciendo sus primeras incursiones en el arte de cuestionar las órdenes de papá y mamá, y aunque muy precoz para mi gusto en esos menesteres, uno debe prepararse para enfrentar las tormentas que se avecinan y valerse de algunos trucos ancestrales.
Dar órdenes a los chamos es todo un arte en estos tiempos, sobre todo cuando la modernidad condena cualquier forma de tratos crueles a niños, niñas y adolescentes, pero sobre todo por sentido común. No se trata de imponerse porque sí, pues el niño de hoy en día necesita una disciplina razonada que esté basada en la argumentación y no en el autoritarismo. Recuerda que estos chamos nacen “sabidos”, como dicen los abuelos. Se trata de dejar bien claro que en casa mandan los padres y que somos nosotros los que administramos la justicia en el hogar con disciplina, amor y mutua comprensión.
Para pulirnos en aquello de dar órdenes, es necesario que:
- Estemos seguros que el niño está preparado para cumplir con la tarea encomendada, según su edad, motricidad y destreza
- Evaluar de qué manera sancionaremos al niño en caso de no cumplir con lo ordenado. En este caso es importante no dejarse arrastrar por las emociones. Es apropiado tener pensada la sanción antes de impartir la orden.
- Cuando demos una orden, ésta debe ser clara y precisa, una sola cosa a la vez. Evita usar tonos muy fuertes o muy dóciles. La instrucción debe hacerse de forma firme, sin gritar, pero sin que parezca que es un juego.
Uno de los principales problemas que enfrentamos los padres cuando ordenamos algo a nuestros hijos, es que ellos se lo tomen con poca seriedad. Las normas existen en todos los escenarios de la vida humana y es nuestro deber como padres establecerles límites, protocolos de conducta y normas, a fin de asegurarles una buena convivencia.
A la hora de establecer estas normas, evita las amenazas y la intimidación. No tiene caso que los niños obedezcan por temor a sus padres, lo recomendable es que sigan las instrucciones por convicción, por compromiso. Por eso aquello de “la palabra empeñada” puede ser muy útil para cerrar un “pacto entre caballeros” (o damas, según sea el caso), para asegurarse de que cuando se ofrece la palabra como garantíade cumplimiento, se acepta un compromiso que va más allá de acatar una orden.
Una orden no es un castigo
Es preciso que dejemos claro que cada vez que les ordenamos hacer alguna tarea, no los estamos castigando, sencillamente el cumplimiento de ese deber es parte de su colaboración con las cosas de la casa, la escuela, la familia, etc. También aclaremos que el no cumplimiento de la instrucción, es lo que va a derivar en una sanción que será evaluada acorde a la magnitud de la falta.
Por ello es muy útil la constante comunicación con los hijos, porque a través de ella fortalecemos los vínculos, nos hacemos entender mejor y podemos impartir las instrucciones con mayor facilidad. En ese sentido también se recomienda:
- Dar la orden sin gritar, de manera sencilla y directa
- Evitar frases que puedan herir al niño o reforzar conductas en él, por ejemplo: “eres desobediente”, “eres un desastre”, etc.
- La orden debe ser impartida con una explicación acorde a la edad del niño y preferiblemente acompañada de una comunicación visual, así el niño entenderá que se trata de algo serio, un compromiso.
- Si el niño no obedece aun conociendo la importancia de la orden y su posible sanción, debemos exigir su respeto al acuerdo y atenderlo solo cuando haya cumplido lo ordenado.
Hay padres que ofrecen premios a los niños cuando cumplen con lo ordenado. Les dan un postre, un caramelo, tiempo extra para videojuegos o la TV. Es cuestión de estilos y gustos, pero sí de premios se trata, lo que mejor los hará sentir en su autoestima es que le reconozcamos la importancia del deber cumplido. Para ello ayuda decirles frases como: “estoy muy orgulloso de ti”, “gracias por la colaboración, nos contenta mucho lo que has hecho”, “mira cómo has mejorado, ya eres un niño grande”.
Tal vez esas frases no sean tan divertidas como una tarde entera de videojuegos, pero serán mucho más útiles para formar mejores personas en el futuro. Eso sí que lo agradecerán y será inolvidable.