Asuntos de salud me imposibilitaban participar en las marchas convocadas a objeto de defender la Revolución Bolivariana y la Constitución nacional, de la amenaza planteada por el imperialismo y sus peones dentro del tablero geoestratégico que hoy es nuestro país. Parcialmente restablecido, el sábado 6 de abril hice presencia en una de las tres rutas diseñadas hasta el Palacio de Miraflores.
Por suponer que era la más corta y -en consecuencia-, no atentar en demasía contra el paciente organismo, decidí enrolarme en la marea que partió desde el parque Alí Primera ubicado en la avenida Sucre, Catia. Y vaya, ¡qué experiencia!
No aludiré a la alegría que es habitual en las concentraciones rojas; tampoco al desafío que significa estar durante varias horas bajo un sol inclemente, a la espera de la salida de la caminata y durante el trayecto de la misma, ni a la asistencia masiva de una multitud que con lealtad absoluta responde a una invitación de esa naturaleza en medio de las consecuencias bestiales de estar sin luz y sin agua durante varios días, hechos propiciados por el golpismo absurdo.
Acá deseo rendir homenaje –de corazón pleno-, a aquellas mujeres que con sus hijos e hijas a cuestas hicieron presencia como el que con más comodidad se presentó a la cita patriota. No hubo para ellas pretextos que la obligaran a quedarse en casa.
¡Arrastrando coches, andaderas y ¡hasta con las y los bebés dormidos sobre sus hombros!, dejaron sus huellas sobre el caliente y duro asfalto que las condujo al destino trazado.
¡Gran lección de dignidad bolivariana y chavista la ofrendada por estas combatientes de la vida!
La humildad, en todos los casos apreciados, fue tan evidente que “¿por qué marchan?”, llevó a algunos a preguntarse. “Porque ahora sí tienen motivos para hacerlo. Ellas saben que deben sumarse a esta lucha de todos y todas. Saben que bajo un régimen bajo control de la derecha y el neoliberalismo, perderían todas los espacios que la Revolución ha conquistado para ellas”, respondí en su momento, finalizada la jornada.
La lección de estas mujeres –que hasta almuerzo llevaron para alimentar a las crías en pleno combate cívico-, es una invitación a quienes lanzan la toalla y colocan en entredicho su compromiso con la construcción necesaria de una nueva realidad como nación, por mucho menos penurias que las suyas.
¡Chávez vive…la lucha sigue!