La poesía es un espejo de la vida que corre contra el tiempo. Una búsqueda de respuestas a complejas experiencias y un recorrido de senderos sin retorno. Cantos del alma que tocan la piel de quien la percibe como verdad existencial primaria. A esos predios nos eleva Rostro de nadie, antología poética de Dionisio Aymará, publicada por la Fundación Editorial El perro y la rana.
Versos álgidos que nos conducen a la contemplación, para que asimilemos el dolor y las inquietudes como pasajeros sueños. No hay fantasías ni ficticias imágenes, son fulgores íntimos del alma:
“Hay un sordo rumor que desgarra el espacio
y siega la canción de los labriegos
en los surcos inermes.
Hay una voz herida sobre el campo arrasado.
Hay tantos hombres solos con la muerte.
Tantas mujeres atisbando detrás de las ventanas
el rostro hermoso y triste de su amor que regresa”.
Es inevitable involucrarse con la realidad del verso y la vivencia propia. Es difícil no tomar partido junto al poeta:
“(Las ciudades quedaron atrás, entre la niebla sepultadas.
Los caminos huyeron lejos de las aldeas
y en la puerta de cada casa había
un niño abandonado contemplando la muerte de los ángeles)”.
Aymará no nos deja solos en la morada del fin de los tiempos, él nos conforta con una canción de la vida profunda:
“Sin embargo, aún nos queda
una mirada ilesa,
una profunda luz entre las venas,
para instalar el alba
en cada sitio amado,
en cada espiga,
junto a cada muro,
junto a cada dolor o piedra,
en cada labio
terrestre y dulce
y en los árboles hondos
como la noche misma que resbala por ellos.
Aún nos queda una brizna
de voz, un aire trémulo
de gozo en la garganta,
porque estamos doblados hasta los cabellos
sobre la piel morena de los campos,
rodeados de invisibles gestos amorosos,
de seres que nos llaman y responden”.
Visiones sobre lo que acontece, son expresadas en una voz cálida y potente, donde los elementos naturales se apropian de un rostro, que nos saludan con manos abiertas para que nuestro espíritu se desplace a un infinito horizonte:
“Ya para qué la muerte viene a talar de golpe
la luz cordial, herida de un dulce sobresalto,
con que una tarde alegre descubrimos el mundo,
si en cada surco abierto
nuestras manos sembraron una canción, un gesto
de amor, una actitud de compañero,
la certidumbre hermosa de la espiga,
del fruto
que ha de brotar un día sobre toda la tierra.
Ya para qué muerte.
Si un día volveremos a morar en la tierra,
transfigurados, confundidos,
en la carne y el sueño de un hijo interminable
o en el rumor eterno
de la espiga o del árbol
que ha de subir gozoso desde nuestra ceniza”.
Este poeta nacido en el estado Táchira, tierra de los Andes venezolanos, fue un prolífico escritor. Se le conocen casi una veintena de títulos y podemos destacar Huésped del asombro, que vio luz en el año 1986. Pero nos debemos a la responsabilidad de expresar, que no hay desperdicio en sus cantos del espíritu, no hay rellenos en sus palabras, son sus versos un legado de puros sentimientos.
Rostro de nadie recoge una llamarada de esas voces que Dionisio escribió para él y nosotros, que además es acompañada de un magnífico prólogo de Daniel Arella, quien nos sumerge en el universo aymariano, donde nos invita a convertirnos en habitantes de su mundo, como para residenciarse en una lectura que jamás nos deja indiferentes. Dionisio Aymará no se despide, es un heraldo del eterno retorno:
“… no aceptes otra luz que la tuya.
Hacia atrás nada: ni un solo paso
y si no tienes luz
preferible tu propia tiniebla,
preferible tu cólera, tu sola desgarradura,
tu alarido final a dos pasos más allá del abismo,
todo,
antes que pasar como ciertas alburas
semejantes al algodón de los corderos,
todo
antes que vivir sin dignidad,
todo,
inclusive la muerte”.
Ficha técnica:
Rostro de nadie
Autor: Dionisio Aymará
Páginas: 368
Fundación Editorial El perro y la rana
2018 (Edición digital)
Descárgalo gratis en: http://www.elperroylarana.gob.ve/rostro-de-nadie/
Dionisio Aymará
Nace el 23 de abril de 1928 en la ciudad de San Cristóbal, estado Táchira y fallece en Caracas el 19 de noviembre de 1999. Su nombre de acta de nacimiento es Jorge Azaf. Aunque no suele aparecer en las antologías históricas de la poesía venezolana, su nombre y obra han sido reconocidos fuera de su tierra natal y además ha sido traducido en siete idiomas. Literatos de renombre han escrito su obra, entre los que podemos mencionar a Mahfud Massís, Juan Liscano, César Dávila Andrade y Vicente Aleixandre. Entre sus poemarios destacan: Clamor hacia la Luz (1959), Escúchanos, Libertador (1961), Sonatas (1963), Aconteceres del alucinado (1964), La ternura y la cólera (1977), Aprendizaje de la muerte (1978), No soy del coro (1980), Huésped del asombro (1986).