En la calle, seguimos viendo como la anarquía, la soberbia e indiferencia son parte de la ciudadanía. Mientras que uno y otro están pendiente de la campaña electoral, el ciudadano de a pie trata y sigue defendiéndose en su diarismo, donde al final el único resultados que obtiene es el agotamiento.
Bachaqueros por doquier, especulación a diestra y siniestra, el condicionamiento de pago, aumentos irrazonables y autoritarios del pasaje, falta y limitaciones del efectivo, son el pan nuestro de cada día. Un ejemplo de este último, fue el de un familiar que durante una semana para hacerse de la miserable suma de 50 bolívares, permaneció medio día, de cada día de esta semana, para obtener 50 bolos, 10 bolívares por día. ¡Indignante!
No conforme con eso, a otro familiar, trabajadora de una institución financiera pública, le limitaron la obtención del efectivo a 10 bolívares por día, mientras que en Colombia, nuestro papel moneda circula sin limitaciones en manos de extranjeros, y peor aún a la vista de la indolencia y la indiferencia de las autoridades. ¡Oscuridad para la casa, claridad para la calle!, reza el dicho popular.
La migración, en su mayoría jóvenes, es otro tema que a diario palpamos ya que en cada familia hay alguien o en algunos casos, unos cuantos, quienes han dejado la tristeza de su partida, buscando una mejor calidad de vida sin saber cuándo los volveremos a ver, dispuestos a trabajar de lo que sea, por muy profesionales que sean, para que con su esfuerzo puedan comer mejor, ellos y su familia, vestirse mejor, y vivir con la tranquilidad de saber que al día siguiente tendrán con qué alimentarse.
Y esto es producto de que en Venezuela, el trabajo ha perdido su valor, porque ahora más estabilidad económica da “bachaquear” los alimentos y las medicinas, especular con cualquier vaina, vender el efectivo y robar al pueblo (si no fuera así, muchos no hubieran renunciado a sus empleos para dedicarse a esto). Quince días de trabajo, no son suficientes para comprar medio kilo de queso.
Sobre esto, nadie hace nada, no hay políticas para mejorar la situación y el pueblo sigue buscando la manera de sobrevivir hasta haciendo lo más bajo y ruin, sin importarle perder sus valores y dignidad con el objetivo de mejorar su situación.
La culpa no es nada más de los carroñeros externos, que día a día alimentan la crisis, con la excusa de presionar al gobierno por sus diferencias políticas, sin importarle que también causan daños al pueblo, la culpa también es de las autoridades nacionales que con su indiferencia e indolencia ante los problemas esenciales del venezolano, como son los altos precios de los alimentos, medicinas, y transporte, pretenden que nos mantengamos felices.
No es Trump quien tiene que venir a controlar y regular los precios de los rubros esenciales para que los venezolanos puedan tener una mejor calidad de vida, ni controlar la circulación de nuestra moneda. Ni Cuba con más de 50 años bloqueados económicamente ha permitido que internamente se especule y se acapare, que ningún cubano se quede sin comer, sin transporte público, sin medicinas y sin atención médica. ¡Preguntémosle cómo lo hacen para aprender algo!