Alrededor 2,5 millones de personas en América Latina y el Caribe son utilizadas en el negocio de trata de personas, según el más reciente informe de la Oficina de la Naciones Unidas contra Drogas y Delito. El 51% son mujeres y el 27% son niños y niñas se ven forzadas a algún tipo de explotación sexual, por lo que este abuso se sitúa como el tercer negocio más lucrativo a nivel mundial, tras el narcotráfico y la venta de armas.
América Latina tiene rutas de origen, tránsito y destino donde estas mujeres y niñas son vendidas para la explotación sexual. La trata de personas se entiende como la captación, el transporte, el traslado, la acogida o recepción de personas recurriendo al engaño, al abuso de poder, o recepción de pago con el fin de la explotación humana. Obligando a estas personas al trabajo forzado, trabajo sexual, extracción de órganos, turismo sexual, noviazgo y matrimonios.
Pero, ¿cuáles son los indicadores de las posibles víctimas para este negocio tan rentable? Mujeres y niñas bajo situación de vulnerabilidad, bajo nivel educativo. Estas redes internacionales estudian a sus posibles víctimas, su situación socioeconómica, sus necesidades y familiares. Para luego poder someterlas y tenerlas bajo amenaza y chantaje.
Es importante que nuestras lectoras tengan información sobre estas grandes redes que operan en el mundo, ofreciendo trabajos muy bien remunerados como ser modelos y posibilidades de estudiar idiomas en otro país.
También hay casos de mujeres que conocen a hombres en las redes sociales y su objetivo es enamorarlas y ofrecerles matrimonios en otras fronteras. Y la gran sorpresa es que después que sus víctimas caen en las trampas, son manipuladas emocionalmente por los captores, les quitan sus pasaportes o documentos de identidad y son vendidas para trabajar en la prostitución forzada, sometidas a todas las humillaciones posibles donde la dignidad humana no está contemplada.
La trata de personas es un delito silencioso e invisibilizado, se violan todos los derechos humanos, mujeres y niñas forzadas a vender su cuerpo y sin ninguna garantía de salud. Manipuladas y amenazadas con hacerles daño a sus familias o de perder sus propias vidas.
Las pocas víctimas que son rescatas de estas redes sobreviven con grandes traumas consecuencias de la violencia, sexual, física y psicológica que las deja inmersas en un deterioro físico y pensamientos suicidas, depresivos, algunas contagiadas de infecciones de transmisión sexual, adictas a drogas y alcohol.
El miedo a denunciar está presente por lo vivido mientras estuvieron retenidas por estas redes y por la repesarías que les puedan hacer a sus familiares.
Los Estados se han comprometido con los organismos internacionales firmando y ratificando la Convención contra Delincuencia Organizada Transnacional y su Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente en mujeres y niñas, pero la labor va más allá del compromiso es lograr crear políticas públicas que lleguen a erradicar los factores implicados que mantienen a las víctimas en situaciones de vulnerabilidad y creando compañas de información y educación sobre lo que es la trata de personas.
Hay que aprender a identificar estas redes, que pueden estar integradas por la persona que menos podemos imaginar desde un compañero de clase, amigo por las redes sociales, empleador hasta los grandes grupo de delincuentes organizados que van cambiando o sofisticando sus modus operandi para obtener a sus víctimas que ya están valoradas por miles y miles de dólares.
DesdeLaPlaza.com/Rina Morales Mera- Orientadora en Sexología/ @rinamoralesmera