Ningún virus regresa. Sencillamente, está. Es parte de la vida y del universo, como un todo siempre en movimiento dialéctico, constructivo y autoconstruyéndose. El Coronavirus no es la excepción.
El Coronavirus no es que está de regreso, es una molécula vital en el universo. Como lo es también un microorganismo bacterial o micótico, un átomo, una neurona o una célula. Como lo somos todos y cada uno de nosotros, macroorganismos que, a escala diferente, constituimos un universo, un universo otro y diverso.
Sin embargo, la humanidad con pensamiento, con una mente de racionalidad cada vez más cuantificada y cuantificable, ha querido escindirlo todo y devolverse, a sí mismo, los pedacitos, los fragmentos de una realidad que, aunque la mente se lo proponga y convierta en tormento, ésta es indivisible. Es y seguirá siendo un todo.
Si esto lo entendiéramos así, nos resultaría más fácil aceptar muchísimos acontecimientos sin el miedo. Es el miedo, a lo desconocido, a la muerte a lo otro, lo que nos obliga a temerle a todo, a sentirlo como enemigo, como atacante y por consecuencia a querer destruirlo antes de que ese bicho sea el que logre destruirnos a nosotros.
En el esquema de «guerra», de defensa y ataque, de huida o refugio, contra «molinos de viento» -para darle la mejor metáfora explicativa- que nos acechan (¿nos acechan?), un virus cualquiera, una bacteria, un hongo, un «bicho» volador o rastrero, como un zancudo o una cucaracha nos pueden disparar los miedos de «morir» entre sus garras. De allí que la «ciencia» -cultivadora y reproductora de los miedos como un modo de someternos– se la pase inventando antibacteriales, antimicóticos, antivirales, insecticidas, vacunas,antipiréticos, antiinflamatorios, antiheméicos y toda una infinidad de «antis» que nos ofrecen «seguridad» mientras enriquecen a la industria farmacéutica y a sus amos, sencillamente estimulando y manipulando los miedos anidados en nuestras mentes que, hace muuuuucho tiempo, optaron por entender en vez de sentir.
Son los miedos exacerbados y no nuestros pares en el universo los que nos han llevado a inventarnos tantos «enemigos». Les miramos desde trincheras de individualismo que convertimos en fortalezas egóticas en las que terminamos presos.
Es, por tanto, la espoleta del miedo la que está de regreso. No es un determinado virus que hasta hemos convertido en pandemia, el que nos acecha.
Las granadas fragmentarias -como en el dibujo de Xulio Formoso, que ilustra esta reflexión- puden convivir con las flores sin ningún miedo. Son los amos del mundo, son los explotadores burgueses y sus gobiernos, los que quieren seguir sometiéndonos.
Reestablecer el equilibrio de cada individuo y también del universo multiverso, es el compromiso revolucionario de aquí y ahora. Al enemigo de clase, a los dueños del mundo, los comenzamos a vencer sólo cuando vencemos nuestros miedos.
Ilustración: Xulio Formoso