Aquella tarde me escapé del trabajo para ir a la práctica de fútbol de Miguel. Ya su madre, que siempre lo lleva a su compromiso deportivo, me venía contando de los progresos del peque en sus habilidades con el balón y yo tenía que verlo con mis propios ojos. Al principio Miguelito se ponía a jugar con tierra, con grama, fastidiaba a los compañeritos y prestaba poca atención; el campo de fútbol tenía otras ofertas más atractivas para el inquieto muchachito que se interesaba más por descubrir cómo crecía la grama en la tierra.
Pero con el tiempo se enfocó en el deporte y esa tarde se lució. Mejoró mucho en el dominio de pelota en el zig-zag entre conos, mostró buena velocidad en la carrera corta y se aplicó mucho en la pegada a balón parado. Mientras practicaba me miraba de reojo buscando tal vez mi aprobación, o simplemente quería asegurarse de que yo lo estaba mirando. Cuando jugaron la caimanera que marcaba el final de la práctica, el chamo me miró fijamente mientras sonreía, luego se enfocó en el partido y cuando tuvo el balón se llevó a dos rivales, le pegó fuerte y dio en un defensa, tuvo la habilidad para tomar el rebote y goooooool!!! Nunca voy a olvidar aquel grito de mi niño que con los ojos desorbitados de emoción me decía: “¡Es tuyo papá, es tuyo!”
Aquel golazo de práctica fue el primero que me dedicó Miguel, y creo que uno se goza tanto estos detalles como ellos, porque las conexiones filiales siempre se hacen más fuertes cuando nos vinculamos en la vida de los nuestros. Mi hijo tiene sueños muy ambiciosos en el fútbol y también quiere ser astronauta. Su madre y yo no tenemos otra opción que apoyarlo gustosamente.
El apoyo de los padres a los sueños de sus hijos es vital para que ellos logren concretar esas metas personales por más pequeñas que éstas parezcan. Es un estímulo adicional tan poderoso para sus conquistas individuales, como lo es nuestro desinterés por sus actividades para que abandonen la lucha. Apoyar no debe confundirse con hacerle las tareas más fáciles o hacer todo lo que ellos deben hacer, se trata de ser un respaldo, una guía, un confidente. Es hacerles saber que estamos allí y que cuando se equivoquen o desmayen, estaremos presentes.
Desde muchacho entendí que nadie tiene el derecho a desestimar los sueños de nadie, mucho menos si esa persona es tu hijo. No sé si Miguel lleve a Venezuela a una Copa del Mundo o descubra nuevos planetas aptos para la vida humana, pero por más increíbles que resulten sus deseos, la única forma de cumplirlos es seguir el camino correcto, intentarlo, esforzarse y contar con el apoyo sincero de sus padres. Quien se aferra a sus sueños con esperanza y cuenta con el apoyo necesario, lo más seguro es que logre sus metas. Eso es lo que cualquier padre responsable quiere para sus hijos.
¿Cuánto conoces a tu hijo?
La pregunta puede ser ofensiva para algunos padres, pero si hacemos la pregunta a varios de nuestros conocidos y los comparamos con interrogatorios a sus hijos sobre sus gustos y preferencias, nos quedaremos boquiabiertos al descubrir las debilidades de muchos padres en ese aspecto. Y para apoyar a tu hijo en lo que quiere es necesario que conozcas qué es lo que quiere tu hijo.
Parece obvio, pero no lo es tanto. Los niveles de estrés, la crisis, el trabajo, los precios, el pasaje del colectivo y cada rollo que tenemos los adultos en nuestras cabezas, a veces nos separan abismalmente de lo que están pensando nuestros chamos. Es así como se van distanciando padres e hijos y luego cuesta mucho rehacer esos vínculos, que son necesarios en la adolescencia y la temprana juventud para que podamos tener la confianza suficiente para apoyarlos en ese proceso.
Conocer los gustos y preferencias de tus hijos, te ayudará a ti a saber cómo apoyarlos en el cumplimiento de sus metas y a ellos a saber que tienen a la mano una de sus más firmes columnas de respaldo para los momentos de flaqueza. La solución es compartir con ellos, compartir siempre.