La fiesta y honores que la tradición venezolana concentra en la Cruz de Mayo, están asociados con la fertilidad.
En su origen, el brote de flores coloridas en el madero que sirvió como espacio terrorífico para el suplicio y muerte de aquel líder palestino, antiimperialista y generador de libertad para su pueblo oprimido, encierra la simbología de la resurrección y la vida.
La cruz que abrigó una de las muertes más llenas de simbolismo para humanidad, en los últimos dos mil años, se recupera en la creatividad tradicional venezolana y, como en el poema de Antonio Machado «hará que nuevos brazos y nueva piernas crezcan de la carne talada». Son flores. Un jardín de nardos, rosas y cayenas brotan de la madera reseca y cuarteada donde se creyó que no habría más vida. El ingenio y la creatividad popular no sólo coloca flores en el crucifijo al que rinde culto en velorio -particularmente el día 3 de mayo- durante todo un mes, en el que voces improvisadas de versos, componen y recitan décimas a la Cruz preñada de flores en mayo.
La fertilidad es una esperanza. Cada año la alimentamos durante un mes que inaugura la clase trabajadora, entonando sus himnos de libertad en tono de unidad internacional.
Y este mes de mayo, para Venezuela, también hay un reto de consecuencia, en domingo 20. Vamos a ratificar la Revolución de la esperanza y de las flores, la misma que se iniciara con Bolívar, hace 200 años, y que -honrando el nombre del Libertador- nos propusiera para el presente siglo XXI, el Comandante Hugo Chávez y a la que da hoy continuidad un obrero, uno de los nuestros, un proletario como Nicolás Maduro Moros.
Este mayo de esperanzas, de fertilidad y cruces en flor, tenemos una responsabilidad con fecha de domingo 20, la de ratificar en libérrimos comicios, a nuestro presidente y comandante en jefe para la la defensa integral de la Patria: elegir a Nicolás para encabezar una nueva era de luchas, en la que tenemos el compromiso de acabar con todas las guerras y, en particular la económica, con la que hoy se nos bloquea, se nos acosa, se nos hambrea.
Ilustración: Xulio Formoso