Cuánto me gustaría PPK que leyeras estas líneas. Imaginaré que lo harás, para poder descargar sobre tu humanidad las reacciones que provocas ante el teclado que uso para escribir. Si a alguien debo ofrecer disculpas por lo soez que pueda parecer, no es a ti precisamente sino a quienes puedan toparse con cuanto redacto.
De los Presidentes que en la región se arrastran ante el imperialismo para atacar a Venezuela, siempre se me antojó que eras el más gris, el más incoloro, el más insaboro, el más nadie. Ni hablar de cuando mostrabas un acento “importado” que hacía avergonzar al gentilicio de nuestras hermanas y hermanos peruanos, creyéndote el virrey de Washington en el Cuzco.
No me fue difícil, y seguramente que a miles o millones como yo, establecer una relación directa –directísima- entre tu sujeción al poder y la dependencia del amo del norte, a quien reportabas el cumplimiento de las órdenes que con permanente frecuencia recibías. Es más, ¿sabes que me gustaría? pues, enterarme de las palabras usadas por el vocero que desde “la embajada” te ordenó que renunciaras a la silla instalada en el Palacio de Gobierno con sede en Lima. Porque, ojo, no me vengas con el cuento de que tu salida fue una decisión soberana. ¡Ni tus pantalones lo son! La verdaíta, como decimos en la calle, es que estabas tan embarrado de putrefacta corrupción, que ni a los mismos gringos les sería fácil sostener tu asqueante liderazgo antibolivariano. Te expulsaron con la misma facilidad que lo hacen cuando le ven la cara de condón a alguien. Te dieron rosca, y “chao pescao”.
Pero sabes, el momento que marcó mi vómito total sobre tu paltó fue cuando nos metiste en el mismo saco del perrito simpático sobre la alfombra de Estados Unidos. Mira PPK, más perrito simpático del imperialismo será tú, tú y mil veces tú. Te rodeamos millones de mujeres y hombres, renuentes a rendirnos a los dictados de otras potencias. Bolívar (de quien seguramente nunca has tenido referencia alguna), nos enseñó a ser retrecheras y retrecheros con quienes osen arrebatarnos la independencia que pretendiste socavar.
Te fuiste PPK. Te sacaron, mejor dicho. La historia no perdona. Agraciadamente, tus secuaces están destinados a sufrir la misma suerte.
¡Chávez vive…la lucha sigue!