Por: Rómulo Hidalgo
Hay quienes dicen que la enfermedad de moda es la celiaquía, ahora mucha gente resulta celíaca o intolerante al gluten, dicho compuesto lo contienen el trigo, la cebada, el centeno y la avena, es el que hace que las masas tengan elasticidad y que los panes resulten esponjosos con la ayuda de las levaduras.
Más allá de una moda, es una realidad, el detalle es que muchas personas han sido intolerantes al gluten desde siempre y no comprendían de dónde provenían algunos malestares que han tenido toda la vida, entre ellos dolores de espalda, problemas gástricos, dolores de cabeza o jaquecas, alteraciones nerviosas, entre otros que se pueden manifestar.
El que descubre que padece de celiaquía y retira de su dieta cualquiera de estos alimentos, aprende a vivir un estilo de vida diferente, se da cuenta que nunca ha sido necesario o indispensable para el ser humano comer trigo, y que aunque muy rico, es dañino no solo para el celíaco sino para el que no lo es también.
La vida cambia, verdaderamente, el cuerpo se hace más ligero, los pensamientos también, las noches más placenteras, y se experimenta un tipo de libertad que solo puede expresar quien es intolerante al gluten y se ha hecho libre, como yo.
Pero va más allá aún, el sufrimiento que experimenta un niño al que no se le ha detectado la intolerancia, es verdaderamente fuerte, mi hija menor resulta ser celíaca también, la intranquilidad en las noches, el despertarse muchas veces, las alergias que son consecuencia también de esta intolerancia al gluten, son para ponerse a pensar, y a veces hasta a sufrir un poco.
El tema es que vivimos en una sociedad donde casi todo para lo que hemos sido entrenados para comer, contiene gluten, desde una salsa envasada, hasta el pan, galletas, tortas, pastas, pizzas, tortillas, snacks, cuando vamos a un restaurante no sabemos realmente qué se puede comer, puede que la mayoría de los platos tengan harina de trigo, los empanizados, las salsas espesadas con harina, las albóndigas y carnes aglutinadas con harina o pan rallado, las empanadas de maíz que tiene un toque de trigo, los pasteles, los cachitos, hojaldres, tequeños, tortillas, hamburguesas, pepitos, todo está hecho con algo que contiene gluten, lo que hace que salir de viaje o comer en la calle no sea tarea fácil para los de nuestra condición.
Lo mismo pasa en las cantinas escolares, la diferencia es que un adulto puede tener la conciencia de escoger lo que va a comer para que no le haga daño y un niño simplemente come lo que le parece más rico, que generalmente es frito y con harina.
Por supuesto no pido que haya un menú especial para mis hijas, aunque creo que los menús de cantinas escolares deberían ser regulados para evitar niños obesos o futuros esclavos de las marcas trasnacionales que penetran los exhibidores de dichos establecimientos, y que aunque no es el tema del que estamos hablando podemos recalcar que además de gluten, lo que podemos conseguir en las cantinas escolares es frituras, azúcar, gaseosas, golosinas y muy pocas cosas naturales como frutas por ejemplo.
Pero en fin el propósito de este artículo es hacer ver que cuando dejamos de comer harinas de trigo, nos hacemos libres, libres porque no dependemos de un producto que necesariamente debe importarse para poder consumirse, libres porque nos quitamos de encima una cultura que no nos pertenece, porque no forma parte de nuestro potencial productivo.
Hay tantas cosas que comer que es sorprendente ver lo trigo-dependiente que somos, tanto así que si se trabaja en mi ramo que es la cocina, o vendes algo con pan o trigo, o estarás destinado al fracaso.
Somos adictos al trigo, si no lo cree salga a la calle después de haber leído este artículo y compruébelo por usted mismo.